Ediciones
anteriores.
1º
2º
3º
4º
5º
6º
7º
8º
9º
10º
11º
12º
13º
14º
15º
16º
17º
18º
19º
20º
21º
22º
23º
( En ésta edición
consta de tres capítulos )
LXXXIII
La
respuesta de Lourdes no pudo ser más favorable. De inmediato
respondió el mail y me dijo que la noticia le había
sorprendido, pero que después, al digerirla con más calma, le
sirvió para entender muchas cosas que había notado desde
siempre en mi forma de ser.
–Como que me daba cuenta que algo no te dejaba soltarte por
completo, como que algo te obstruía, ahora entiendo que era
esto –me dijo en su mail.
Me pidió que le diera tiempo pues quería investigar más acerca
del asunto antes de que nos viéramos y lo platicáramos cara a
cara.
Así lo hice y semanas después ya estábamos comiendo.
-¿Y cómo te sientes? –me preguntó.
-Ahora muy bien, pero antes vivía con un miedo espantoso, y
sintiéndome muy mal.
-No es para menos. ¿Sabes una cosa? Cuando me dijiste que era
algo que a ti te hacía sentir muy bien pero que a Olivia no,
pensé que andabas con otra.
-Bueno, de alguna manera es un problema de faldas.
-Sí, de tus propias faldas.
-Así es.
-Imagino que Olivia debe estar muy confundida.
-Muchísimo.
-¿Y ya le explicaste de qué se trata todo esto?
-He intentado, pero creo que no sirve de nada. Se niega a
entender.
-Es que no es fácil, imagínate.
-Lo sé. Pero siquiera que tuviera la mente un poquito más
abierta, no necesariamente para entenderlo, sino al menos para
enterarse de las cosas.
-No hay mucha información. Yo estuve buscando y en las
bibliotecas no hay nada. Solamente encontré un libro de los
años sesenta en donde dicen que el travestismo es una
perversión sexual.
-Imagínate, son los libros que pude ver cuando era joven. Me
hicieron mucho daño
-Como que de homosexualidad hay más cosas, más recientes, pero
de transgénero, nada. Tuve que meterme al Internet y ahí
encontré algo, pero tampoco creas que hay mucho.
-No, y lo poco que hay es de otros países. Pareciera que en
México no existe el transgénero.
-¿A quién más le has contado?
-Nada más a Diego, y ahora a ti.
-¿Y le piensas decir a tus hijos?
-No, por lo pronto no. Yo no tendría inconveniente, creo que
si se les plantea como lo que es, y se les hace ver cómo es
que la sociedad se ha equivocado en muchas cosas, pues lo
pueden entender. Incluso creo que lo puedan entender mejor que
los adultos que tenemos tantas telarañas en la cabeza.
-¿No será muy difícil para tu hijo saber que su papá se viste
de mujer?
-Sí, sobre todo al principio. Pero yo pienso que poco a poco
podría irlo asimilando. El chiste es que se dé cuenta que ser
hombre no es mejor que ser mujer, sino que lo importante es
ser un ser humano pleno, auténtico, feliz, y si esto me ayuda
a ser feliz, pues yo no vería dónde está lo malo. También
tendría que hacerle notar cómo es que la sociedad ha sido muy
cruel, no solamente con la gente transgenérica, sino en otros
tiempos, o todavía en algunos lugares, con los indígenas, con
los negros, con las mujeres.
-Eso si se me hace muy difícil.
.Pero, bueno, tanto Olivia como la mamá de mis hijas no
permiten que les diga nada. Y mientras no viva mi rol femenino
de tiempo completo pues creo que puedo mantener esto en
secreto.
-¿Y has pensado en hormonizarte y llegar a vivir de tiempo
completo?
-Por lo pronto no. Estoy muy contento con lo que está pasando,
el poder salir, el tener libertad para vestirme como me sienta
mejor... pero no te creas, de repente se me antoja, vamos a
ver cómo se dan las cosas.
-Ahora entiendo por qué nunca te ha gustado vestirte bien, me
refiero a la ropa de hombre.
-Pues sí, no me hace ninguna ilusión un saco, una corbata...
para nada.
-¿Y cómo te ves de mujer? ¿eh?
-Pues, qué te puedo decir. Trato de arreglarme lo mejor que
puedo, pero como no tomo hormonas ni nada, pues estoy muy
lejos de ser una modelo. Pero me siento muy bien, eso es lo
importante.
-Claro, eso es lo que cuenta. Me da mucho gusto que hayas
encontrado este grupo.
-A mí también, no sabes cómo me han ayudado.
-¿Te digo una cosa? –preguntó Lulú con cierta timidez.
-¿Qué?
-Me gustaría conocer a Mayela, ¿tú crees que se pueda?
-Claro, yo encantada.
LXXXIV
Quince días después estoy en el área de libros y revistas del
Sanborn’s Coyoacán. Visto una falda azul rey con rayitas
negras muy suaves que llega apenas debajo de la rodilla y un
blusón del mismo color. Pantimedias color ala de mosca y
tacones altos negros. Fui muy cuidadosa al seleccionar mi
ropa. Comeré con Lulú y Diego. Fue la propia Lulú quien
sugirió que invitáramos a mi amigo, no sé si para sentirse
apoyada en caso de que resultara muy difícil el verme con ropa
de mujer, o si realmente porque consideró que era una buena
oportunidad para que también él me conociera en este rol. Lo
cierto es que me pareció buena idea.
Quedamos de vernos en este lugar para de aquí ir a comer a
cualquier otro lado. De alguna manera Coyoacán es el lugar
donde mejor me he sentido. Pienso que la gente que frecuenta
este lugar suele ser más abierta, menos convencional y, por
ende, no tan llena de telarañas y prejuicios como en otros
lugares. No sé si sea correcta mi apreciación, pero lo cierto
es que es aquí donde mejor me han tratado y donde poco a poco
voy adquiriendo más confianza para salir a otras zonas de la
ciudad.
Soy la primera en llegar, es viernes y la ciudad siempre se
desquicia un poco en estos días. A los pocos minutos veo
entrar a Diego. Me pongo nerviosa, muy nerviosa. Mi primera
reacción es instintiva, ocultarme detrás de uno de los
libreros. Es curioso, durante muchos años me programé para
ocultarme de la gente conocida, ahora respondo a esa
programación. Finalmente me acomodo el cabello y me dirijo
hacia donde viene mi amigo. Noto que al verme insinúa en su
rostro una expresión de sorpresa que borra de inmediato.
-Hola, Diego –lo saludo, todavía nerviosa.
-Hola... ¿Mayela? –duda.
-Claro, así me llamo.
-¿Y Lulú no ha llegado? –dice, mientras mira alrededor como
buscando refuerzos.
-No, espero que no tarde.
En eso estábamos cuando la vemos venir y salimos a su
encuentro.
-Hola, Mayela –me saluda con naturalidad y me da un beso en la
mejilla.
-Qué tal, Lulú, ¿qué gusto verte?
-Hola, Diego, ¿ya tenían mucho rato?
-No, yo acabo de llegar, Jor... Mayela –rectifica- ya estaba
aquí.
Atravesamos la plaza y entramos a un restaurante muy
agradable, a donde ya he ido en otras ocasiones en mi rol
femenino.
-Las mujeres escogen mesa –dice Diego dirigiéndose a Lulú y a
mí.
-Somos mayoría –comenta Lulú.
-Viéndolo bien, somos mitad y mitad, ¿o no? –apunta Diego y
todos reímos de buena gana.
-Sí, uno y medio hombres y una y media mujeres –explica Lulú.
Yo escojo una mesa cerca del rincón, en primer lugar porque
siempre he sido rinconera, y en segundo porque no sé cómo se
sientan mis amigos con alguien como yo, quizá puedan tener
cierto temor de que algún conocido los vea con una persona
travesti. Así es que para evitarles incomodidades, en la
medida de lo posible, busco una mesa apartada de la entrada.
El lugar es agradable, bien decorado, aunque sin lujos, y con
buenos aromas, propios de un buen restaurante. No hay mucha
gente, algunos hombres de negocios, unas parejas por allá y
una familia con dos niños.
La comida se centra en mi travestismo. Diego trata de
entenderlo y es Lulú quien con la autoridad de haberse
documentado lo empieza a ubicar.
-¿Y te gustan los hombres? –pregunta Diego.
-Es muy complicado. En rigor no me gustan, prefiero a las
mujeres, pero me encanta la manera en como me tratan. Me gusta
que me digan cosas bonitas, que me consientan –respondo.
-¿Has salido con hombres? –cuestiona Lulú.
-Sí, una vez –confieso apenada- lo conocí en un chat y
quedamos de vernos. Me trajo a comer aquí, justamente.
-¿Y te gustó? –quiso saber Lulú.
-Él no, pero la forma en que me trató sí. ¿Y saben que es lo
que me gustó más?
-Que él pagara la cuenta –bromeó Diego.
-Claro, esa es una gran ventaja. Pero me encantó que como
mujer yo no tengo que tomar la iniciativa para nada. O sea, él
es el que llevaba la plática, el que trataba de quedar bien.
Eso es bien bonito.
Es inevitable que de repente se dirijan a mí en masculino,
sobre todo Diego. Cuando se lo hago notar, tanto él como Lulú
me advierten que yo misma, más de una vez durante la comida,
he hablado de mí también en masculino. No me había dado
cuenta, son detalles que habrá que cuidar.
Antes del postre ya estábamos completamente identificados con
la nueva condición. Me pareció muy interesante como ahora me
identificaba más con Lulú que con Diego.
-Te ves bien –la soltó Mi amiga.
-¿De verdad? –respondí agradecida.
-Sí cuando me dijiste yo no quise formarme ninguna imagen en
la mente, preferí conocerte. Pero aún así me sorprendes. Creo
que si te hubiera imaginado como mujer no te hubiera imaginado
de esta manera. ¿No se ve bien? –le preguntó a Diego.
Un sí no muy convencido fue la respuesta de mi amigo. –Lo que
pasa –explicó- es que yo todavía no me hago a la idea. Como
que me están quitando a mi amigo.
-¿Crees que soy una impostora? –pregunté.
-No, no es eso. Yo creo que es cosa de tiempo, de
acostumbrarme.
Disfruté muchísimo esa comida. De alguna manera sentí que
estaba invadiendo el mundo de Jorge, eran sus amigos, no los
míos. Pero descubrí con agrado que me aceptaban y que sentían
por mí el mismo cariño que por Jorge. Me di cuenta entonces
que era yo –Jorge, Mayela, como fuera- la misma persona, y que
en la medida en que empezaba a integrar ambos mundos así
también integraba mi propia personalidad.
Tenía muy claro que Mayela y Jorge no eran dos personas
distintas, sino la misma con diferentes manifestaciones.
Agradecí sinceramente a mis amigos que hubieran hecho el
esfuerzo de conocerme en este rol. No me lo dijeron, pero
intuyo que no ha de haber sido nada fácil. Sobre todo por un
comentario que días después me hizo Lourdes en uno de sus
mails. -Me la pasé muy bien en la comida –dijo- pero confieso
que cuando salimos me preocupé mucho porque vi que pasaba una
patrulla y me dio miedo que te fueran a hacer algo.
La verdad es que yo ni cuenta me di de la patrulla. Creo que
he ido adquiriendo seguridad y confianza.
LXXXV
Me invitan a dar unas pláticas para trabajadoras sociales del
Gobierno del Distrito Federal. Me parece muy buena idea. Son
mujeres que trabajan en comunidades y que muchas veces tienen
que atender casos de violencia intrafamiliar. Sabemos que
algunos casos de maltrato se dan por la orientación sexual o
genérica de los hijos.
El caso es reiterativo, un padre que descubre a su hijo
vestido con ropas de mujer y que descarga con el pobre
muchacho todas sus frustraciones y toda su ignorancia. No sé
qué tanta labor puedan hacer las trabajadoras sociales, pero
sin duda será más efectiva si ellas mismas conocen de cerca lo
que es el travestismo y los sentimientos contradictorios que
puede tener un adolescente cuando se da cuenta que disfruta al
ponerse las faldas de mamá.
El lugar está justo enfrente de la estación del Metro San
Cosme, así es que utilizo este medio de transporte.
Al bajar del convoy siento que alguien me sigue. Hay mucha
gente, así que no puedo tener la seguridad. El caso es que
acelero el paso y el sujeto hace lo mismo, y si lo disminuyo,
igual. Procuro irme por donde hay más gente para evitar algún
incidente. Sin embargo, al salir de la estación, el tipo me
aborda. Es un hombre de unos 35 años, fuerte, ancho de
espaldas pero no muy alto.
-Buenos días, señorita –me dice.
Tímidamente respondo el saludo.
-No se asuste, no voy a hacerle nada, nada más quiero platicar
tantito con usted.
Imagino que si me niego puede ser peor, así es que le dirijo
la palabra.
-¿Qué se le ofrece?
-¿Puedo hablarte de tú? –me dice.
-Sí.
-No lo tomes a mal, pero tú me gustas, eres muy bonita.
-Gracias –contesto halagada.
-Me gustaría invitarte a tomar un refresco.
-Gracias, pero tengo cosas que hacer.
-¿Otro día?
-No sé.
-¿No te molesta si te hago una pregunta?
-No.
-¿Tomas hormonas? ¿estás operada?
-No, ni tomo hormonas ni estoy operada.
-¿Y no te gustaría tomar hormonas?
-Pues... no lo he pensado. Es una decisión muy difícil.
-Mira, te voy a hablar con franqueza. Yo trabajo en una
farmacia, la que está aquí a cuatro cuadras. Y puedo darte las
hormonas que necesites, yo mismo te las inyecto, cuando
gustes, si quieres de una vez...
-¿Y cuánto me costarían?
-Nada, te las estoy ofreciendo. Atrás de la farmacia hay una
bodeguita, ahí te inyectaría y, claro, me imagino que te
portarías bien conmigo, eres tan bonita, y ahora que te ponga
las hormonas vas a quedar preciosa.
No sé qué pensar. Hay sentimientos encontrados. Por un lado me
siento bien de saber que puedo gustarle a alguien, por otro
lado me molesta que lo único que le interese a los hombres sea
el sexo.
-No, muchas gracias, no me interesa –contesto muy digna.
-Mira –insiste- la farmacia está aquí cerquita, desde aquí la
puedes ver.
Señala hacia donde, efectivamente, se mira el característico
letrero luminoso que usan algunas farmacias.
-Cuando gustes –sigue- puedes ir, pregunta por Marco Antonio,
nos la pasamos un rato bien a gusto y luego te pongo tus
hormonas, vas a ver qué bien vas a quedar en unos meses.
Le digo que uno de estos días lo iré a visitar y me despido,
pues se hace tarde para mi plática.
Durante la charla me cuesta trabajo quitar de mi mente el
ofrecimiento de Marco Antonio, sobre todo cuando, a la hora de
las preguntas, alguien me cuestiona si en algún momento he
pensado en tomar hormonas.
-De repente ha cruzado por mi mente esa posibilidad –respondo-
pero no con seriedad. Mientras no tome la decisión de vivir
como una mujer las 24 horas del día, siento que podría ser
contraproducente.
Por la tarde sigo piense y piense. Me molesta dar mi cuerpo a
cambio de un bien material, de alguna manera sería
prostituirme, y aunque respeto mucho el trabajo de las sexo
servidoras, no es precisamente lo que quiero hacer con mi
vida. Pero por otro lado de repente me asalta la duda de cómo
me sentiría al estar con un hombre. Y, claro, me atrae la idea
de las hormonas. Una de las razones por las que no he
contemplado hormonizarme es por el costo que representan,
pero... no, estoy loca, debo borrar de mi mente esas ideas. Si
en algún momento decido inyectarme hormonas será una decisión
perfectamente planeada, bajo supervisión médica y cuando tenga
el dinero suficiente para comprarlas. Nunca iré a esa
farmacia.
Por Silvia Susana
Jiménez Galicia-.
Siguiente edición...
Comenta esta Bio ( indica en el titulo de que
Bio estas hablando) |