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Las tardes de
verano se prestan para la charla íntima. Sobre todo si hay aire
acondicionado y un té bien servido, como ése del que dieron
cuenta Naty Menstrual –escritora– y Maiamar Abrodos –actriz,
escenógrafa y docente– en un café que, ellas dicen, ya no se
llamará Tortoni.
Pagina12-.
La construcción de la identidad, la transformación del cuerpo,
la sexualidad, el género, el amor, los sueños, los prejuicios;
la vida misma, en definitiva, en una charla imperdible.
Naty
Menstrual: Nos conocimos en la presentación de la última revista
El Teje y te vi con un look diferente: me hiciste acordar a la
estética del cine de los años ’30, el cine de oro argentino. Ese
maquillaje, el pelo rubio, corto, medio ondulado... toda vestida
de negro con ese tapado. Estabas platinada, ¿no?
Maiamar
Abrodos: –Sí... me oscurecí el pelo.
Te confieso
que me llamó mucho la atención, en lo poco que hablamos, la
decisión tardía de cambiar de sexo, de transformarte.
–No, no fue
tardía. En realidad, tardío fue descubrir que podía y cómo podía
hacerlo. La decisión es de toda mi vida, lo que pasa es que
descubrí tarde que podía vivir como mujer libremente, sin
pruritos.
¿A qué edad
empezaste la transformación?
–A los 41.
Pero... vos
decís haber descubierto recién a los 41 que podías vivir como
mujer; sin embargo, atravesaste épocas en las que era sabido que
las cosas habían avanzado muchísimo.
–Sí, pero hay
cosas que se saben en núcleos, círculos de personas que están
ligados al tema. Pero la mayoría no lo sabe.
¿Vos no
estabas relacionada con grupos de chicas trans?
–En realidad
yo soy actriz, me relacionaba en un ambiente actoral y no
conocía chicas trans, ni tenía vinculación. Sabía que existían,
que había, por supuesto, pero no conocía a nadie personalmente.
De todos modos, creo que, más allá de lo que podés saber, es una
instancia en tu vida, una instancia interna, como si dijeras:
“Bueno, yo construí hasta acá, que era lo que podía construir,
pero así no puedo seguir más”. En ese momento fue una decisión
mezclada con otras, personales, complicadas. Fue jugarme a estar
en la vida siendo yo misma.
¿Andabas como
gay antes del cambio?
–Era como gay
y como andrógina.
¿Ya tomabas
hormonas?
–No, yo empecé
el tratamiento hormonal cuando empecé el cambio. Hay gente que
me pregunta desde cuándo me visto de mujer, y yo digo desde hace
muchísimos años, lo que pasa es que jugaba a esa androginia, a
esa cosa de artista, social, desde los 18.
¿Y ahora
cuántos tenés...?
–43. Fueron
muchos años donde no cuadraba en ningún lado, porque tampoco
cuadraba como gay, ni como travesti, ni como trans; no cuadraba.
Ahora puedo entender qué pasaba con mayor claridad.
¿Qué era?
–Que yo nunca
me sentí hombre, jamás. Y ése fue el tema central en mi vida.
Y las
relaciones humanas, la gente, tu familia, ¿cómo te trataban?
¿Los hombres?
–Las
relaciones humanas se mantenían un tanto distantes; mi
familia... nada, una vinculación rara. No se habla... mucho. No
es que no supieran, pensarían que era gay. Nunca oculté nada.
¿Seguís
relacionándote con ellos?
–Sí. Cuando
hice el cambio, fue clarísimo para todos. Porque realmente mi
vieja me dijo un día que ella lo veía siempre, pero que no sabía
qué hacer, ni cómo hacerlo. Ahora mi vieja tiene miedo a la
operación, como a cualquier operación. En eso puedo decir que no
he tenido problemas vinculares en nada.
Vos sos
docente.
–Soy docente
en el IUNA, en el Instituto de Arte Dramático; y en la EMAD
(Escuela Metropolitana de Arte Dramático) soy docente de
escenografía y vestuario, que fue mi primera carrera. Antes de
ser actriz me recibí de escenógrafa y vestuarista.
¿En tu carrera
de actriz siempre hiciste roles femeninos?
–Al principio,
en la escuela no me dejaban hacer personajes femeninos. Después,
en mi proceso, dije: “Bueno, basta de hacer de hombre”. Y llegó
un momento en que sentía que mi vida sólo pasaba por el
escenario. Una vez, una amiga me dijo: “En el escenario se te ve
feliz, y en la vida se te ve como amargado”. Era amargado. Vivía
amargado.
¡Qué buen
regalo que te hiciste a vos misma cuando decidiste dejar de ser
amargado!
–En realidad,
fue decidir seguir viviendo.
¿Por qué?
¿Estabas a un punto de...?
–Sí... estuve
a un punto, pero... me angustia un poco pensar en esa situación
porque pensás que nunca va a llegar, pero hay un momento en que
no te da más la vida. Y ahora lo puedo tomar con más
tranquilidad. Porque a veces me cuestiono qué hice 40 años de mi
vida, qué hice conmigo. Hice lo que pude hacer.
¿No pensás que
a veces uno se maneja como centro del universo y te das cuenta
de que, más allá de un problema propio, observás que hay mucha
gente que se hace esa pregunta por encima del tema sexual? Hay
gente que vive hasta los 40 casada con alguien que no quiere. Yo
te veo a vos, que pudiste tener un lugar, dar clases de algo que
te gusta. Hay un montón de logros. Pero es como que uno centrara
la energía en algo específico y le resta importancia a todo,
¿no?
–Lo que te
pasa es que quizás hay que aprender en el tránsito que las cosas
te pueden y que hay un punto en que se ancla el dolor. Yo soy
muy shakespeareana, tengo que aprender que no es necesario el
dolor.
Uno a veces se
regodea en el dolor, si vos te ponés a pensar... ¿Qué es lo que
te impedía decidir a los 30, o a los 35, lo que decidiste hoy?
–Estar
conviviendo con reglas burguesas de la sociedad, de la
educación, de un montón de mandatos que son difíciles de
erradicar y que hoy en día aún las sigo teniendo; viviendo ya
como mujer, sigo teniendo un montón de asociaciones burguesas
ridículas. Sabés que son ridículas, pero emocionalmente no las
podés superar.
Si fuera tan
fácil, seríamos todos inmensamente felices. ¿Cómo es tu relación
con el espejo?
–Viene
mejorando de a poco, a medida que me voy viendo mejor yo.
¿No se te dan
relaciones, digamos, bipolares con el espejo? ¿Verte hombre,
encontrarte mujer... más femenina, menos femenina...?
–Sí... más
femenina, menos femenina. Hay una película que me representa
porque es lo que a mí me pasó, Mi vida en rosa. Yo de chica
pensaba que había un error que se iba a corregir, que la lógica
de Dios, del mundo, del cosmos, de lo que sea, lo iba a
corregir...
¿Tuviste una
niñez con dolor?
–Tuve una
niñez intermedia...
Digo con el
entorno, con los compañeros de colegio... ¿eras el maricón del
barrio?
–Claro. No el
maricón: el puto, el puto total del barrio. Lo sufría, eso sí
que lo sufría y también me aislaba, me aislaba bastante. Tenía,
sí, muchas amigas...
Como todas...
–Amigas,
millones. Y novios. Sueños de novios.
¿Sueños de
novios solamente?
–Sí, porque no
podía decir nada; yo me sentía una nena, pero los demás no veían
una nena.
¿Y cuándo
dejaron de ser sueños?
–Todavía son
sueños.
¿O sea que
pasaste al contacto carnal con lo masculino más que a lo
sentimental?
–Tampoco he
pasado por muchos contactos carnales en mi vida. He tenido muy
pocas relaciones en mi vida. Muy pocas.
¿Cuántas?
–Siete
relaciones concretas en la cama... Novio no tuve nunca; tuve un
amor muy grande, con quien nunca concreté nada, pero esperé
mucho tiempo ese amor...
¿Era un amor
tuyo o de dos?
–No sé, yo
sigo creyendo hoy que fue amor, pero él nunca habló. Aunque hoy
ya estoy muy tranquila conmigo misma. El es un hombre
heterosexual.
En tu vida,
como necesidad principal, ¿no está el amor?
–Sí, está,
pero no aparece. De alguna manera lo fui sublimando, pero sigo
creyendo que no puedo vivir sin el amor.
Me estabas
contando anteriormente que primero te pusiste los pechos y ahora
estás por hacerte el cambio de sexo.
–Sí, estoy
esperando la sentencia de la jueza para operarme y el cambio de
documentación. Ya hice la pericia médica y psiquiátrica, y me
dio que estoy apta para la operación de cambio de sexo.
¿Estás en el
Hospital Durand haciendo el tratamiento?
–Sí, estoy en
el Durand, con el doctor Adrián Hellien, psiquiatra, el que te
hace la admisión; y con el doctor Nagelberg, que es el
endocrinólogo, del grupo del doctor Oscar Levalle.
Hablando con
otra chica, me contaba de un análisis que le hacían para ver el
porcentaje de hormonas femeninas o masculinas que tenía en el
cuerpo.
–A mí me dio
alta la población de hormonas masculinas; pero cuando empecé la
hormonación, mi cuerpo la absorbió muy bien.
¿Vos pensás
que, según dicen, el puto nace, se hace, es desequilibrio
hormonal, es puto cultural, es puto edípico, es puto
educacional?
–Mirá, yo creo
que depende, hay gente que es XXY y no lo sabe, no es gay y no
está vinculado con la sexualidad. Yo creo que la sexualidad
viene en otro plano, que la identidad de género es otro plano.
¿Como qué
plano?
–Yo podría,
por ejemplo, ser lesbiana –que no lo soy–, gustarme las mujeres
y nunca jamás haberme sentido varón.
Es más
complejo de lo que la gente piensa.
–Mucho más
complejo; a mí no me toca porque siempre tuve una mirada
heterosexual desde un lugar específicamente femenino, en ese
aspecto ni siquiera gay, pero creo que hay que desvincular, que
hay que romper con esta cosa de los estigmas y de los nombres.
Cuando
empezaste a dar clases con esa androginia, ¿cómo fue la reacción
de los alumnos?
–Nunca tuve
problemas. Igual, siempre di clases a adultos.
Y se supone
que, por el medio donde te habías insertado, era gente artista,
gente más abierta...
–No te creas
que el medio promueve tanta apertura; es mucho más pacato de lo
que aparenta. Tiene códigos establecidos, lo que pasa es que,
por ser cool, hay cosas que no se dicen.
Hipocresía...
–Claro, hay
mucha. A veces te das vuelta y capaz que dicen “mirá este hombre
que se cree mujer”, o boludeces de ese tipo, o “este travesti”.
Porque lo peor que hay es eso.
Pero también
hay gente que el tema del género no lo maneja del todo, y no a
propósito o por maldad; muchas veces la intención tiene más peso
que la palabra en sí.
–Lo que pasa
que muchas veces coincide la intención con la palabra. Igual yo
creo que los grandes destructores de todo esto son, últimamente,
los medios de comunicación, que juegan con la sexualidad y que
en realidad tendrían que darse cuenta de que un buen medio de
comunicación tiene que educar a una sociedad, y están mal
educando cada vez más y creando cada vez más violencia. Y no
sólo contra el puto.
Volviendo
atrás, por lo visto ni siquiera sos típica en lo sexual. En
general, el puto y la travesti se identifican con una conducta
promiscua, con coger, coger, coger y coger.
–Soy más
típica transexual; en general, las chicas transexuales somos
bastante así. El problema no es el amor: me parece que el
problema está cuando el amor se vincula con el afuera.
Es el
prejuicio... Más de uno se enamoraría, pero...
–No lo puede
sostener o no lo puede mostrar.
¿Te pasó con
alguna relación?
–Yo creo que
sí.
Vos antes
dijiste que eras muy shakespeareana y tenés como un alma
compleja muy sensible, muy sentimental...
–Sí...
Esa
sensibilidad es la que hace todo más difícil, elijas lo que
elijas...
–Quizá por
creer en un ideal, en el príncipe azul..
Dicen que,
tarde o temprano, los príncipes azules también destiñen...
–Pero recién
me estoy dando cuenta.
¿Estás
disfrutando de esta vida sola?
–Estoy muy
cansada últimamente, pero por mucho trabajo; estoy nerviosa por
la espera de la operación...
Conozco a otra
chica que presentó la demanda para el cambio de sexo, y me dijo
que se le está haciendo más larga la espera de lo que pensaba. ¿Pensás
que la ley se retrasa, como toda ley, o por algo en particular?
–Yo no me
puedo quejar porque desde que empecé la demanda, o el amparo,
fue muy rápido lo mío. Lo que pasa es que me la habían rechazado
de un juzgado porque a veces se declaran incompetentes con el
tema y pasa a otro. Yo ya soy una mujer de 43 años, profesional,
universitaria, tengo una vida lógica, entre comillas. ¿A mí qué
me pueden decir? ¿Que no? Bueno, apelaré si es un “no”.
La pelearé...
–La pelearé,
sí; lo que nunca hice lo voy a tener que hacer con la Justicia;
tengo muy claro lo que quiero.
Se sentaron
precedentes acá en la Argentina. ¿O no?
–Sí, pero no
sé cuántos. Y no quiero hablar por hablar, como algunos que
salen hablando boludeces en los medios diciendo que nosotras,
las que nos operamos, nos volvemos locas y que nos suicidamos.
Se corre esa
bola...
–Una ridiculez
total. Que entren en la página de Carla Antonelli en España, por
ejemplo.
Pueden ser
mitos que hayan quedado de otros tiempos cuando se castraban,
por decirlo de alguna manera.
–Pero, ¿por
qué se castraban algunas? Porque era la única manera que tenían
de que las operaran, aunque parezca una locura. Pero cuando leés
en el diario anuncios que dicen “Te hago volver el amor a
cualquier precio”... ¿No es una locura querer imponerle a una
persona que esté con vos? ¿Cuántas locuras hay? ¿No vivimos en
ámbitos de locura, desesperados?
La diferencia
asusta también...
–Lo
desconocido asusta, los estereotipos de la sociedad. Hay que
empezar a romper con eso y con las críticas. Mucha gente ha
criticado a Florencia de la V, pero ella logró llegar a la
sociedad y ponernos en un lugar más de lo cotidiano. Y eso es
bueno, más allá de su capacidad artística.
Cambiando de
tema, la relación con tu pene, ¿cómo fue y cómo es?
No es buena,
nunca lo fue. En lo cotidiano, sí.
¿Te
masturbabas?
–Sí, pero
nunca lo quise; por suerte, cuando empecé la hormonización, la
cosa se fue transformando.
Y en las
situaciones sexuales, cuando tenés una elección como la tuya,
¿cómo es el tema del goce, del disfrute? Uno tiene algo tan
machista que piensa que un tipo sólo goza si acaba.
–Lo que pasa
es que para mí ahora todo es distinto, porque es todo el cuerpo,
no es una parte nada más. Es todo tu cuerpo cuando estás
caliente; ahora para mí pasó a otro lugar, antes se focalizaba
en un lugar que tampoco entendía mucho, yo no entendía qué me
pasaba. Tengo un montón de amigos gays y sus relatos con lo
erótico son muy diferentes y opuestos a los míos.
Es como que se
les para la pija y punto.
–Claro, es más
como que la meten fácilmente en cualquier lado. Más allá de ser
pasiva toda mi vida, yo no puedo estar con alguien si no siento
algo.
El sexo
vendría a ser algo que se deriva del amor, como un cierre...
–No digo que
no pueda ser pasional, erótico y único; puede ser, pero como
resultado del amor. Tiene que existir algo más. A mí no me ha
sucedido de otra manera.
¿Cómo te ves
después de la operación de cambio de sexo?
–Tengo un
montón de fantasías pero, la verdad, no sé. Quiero sentirme en
paz conmigo misma, sentirme entera, que ésa es una sensación que
hasta hoy no puedo sentir.
Yo pienso
mucho en la vejez. El otro día pensaba: “Yo ahora me visto de
mujer, me hago la exótica”. Y dentro de mi mambo, pienso: “Ser
viejo debe ser complicado para todos, pero ser un puto viejo,
¿será peor?”.
–Y ser
transexual y vieja, no lo sé, pero calculo que seré como una
viejita.
¿De cuáles
mujeres aprendiste?
–De mi abuela,
de mi vieja, de Ascensión, que fue la señora que trabajaba en mi
casa cuando era chica y me crió junto a mi mamá; de Marta
Serrano, de Nora Rodríguez, que fueron profesoras mías,
actrices. Mujeres de armas tomar, no eran mujeres Heidi. Yo soy
machona también, eh...
Somos tan
machistas y vivimos en un patriarcado tan marcado que ser
decidida y tomar las armas se asocia con lo masculino.
–Ya te dije
antes que hay libertades que las podés tomar y vivir, y hay
otros mandatos que te cuesta mucho sacarte de encima.
¿Pensás que
una mujer puede transgredir o enfrentarse al mundo sólo tomando
una actitud masculina?
–No, para
nada, hay mujeres que han transgredido y quedan vinculadas con
el mundo desde un lado muy femenino y profundo. Se viene la era
de la mujer, y hay que aceptarlo y vivirlo.
Bueno,
esperemos que puedas recibir esta era con tu nueva conchita.
–Y que la
pueda estrenar muy bien.
Ese debe ser
un tema también.
–Y sí, ya
veremos qué pasa.
Estrenarla con
amor...
–Bueno...
Ya te me estás
liberando un poco...
–Pero es
porque estoy aprendiendo; de a poco voy a aprendiendo que no
todo tiene que ser amor, ni encanto.
Fue realmente
emocionante la charla. Empezaremos a disfrutar de la era de la
mujer que decís que se aproxima.
–Empezaremos...
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A. 03-03-2010
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