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Hay cosas que dan vergüenza ajena,
y a
veces
hasta propia. La agonía y martirio que sufrió Roberto -fotografía
izquierda- hasta su muerte, es muy difícil de plasmar en palabras.
Javier V. -Fundador del Colectivo El Hombre Transexual de Madrid- ha
querido redactar para el Diario Digital Transexual a modo de
homenaje y denuncia publica, lo que fue la vida y hasta angustia
final de este hombre transexual. Sin duda alguna el "Brandon Teena
español". No necesitamos irnos a Estados Unidos para tener
referencias de las barbaries en crímenes de odio. Tenemos un
referente español en una mujer transexual, el desgraciado caso de
Sonia Rescalvo, en Barcelona, que cada año recordamos.
Redacción Diario Digital
Transexual-. Si nos arropamos de la dignidad que viste por los
pies, sin duda alguna Roberto deberá de ser el homologo de Sonia en
los hombres transexuales, y no pasar de puntillas alrededor del
horror. Estos lamentables casos deberán de ser referentes para
recordar que los crímenes de odio por identidad de genero están
presentes en la España de los derechos y avances sociales, donde aun
quedan incrustadas lacras que hay que erradicar, desde la
pedagógica, información y visibilización de las personas
transexuales.
Olvidar nunca, el muerto al hoyo y
el vivo al bollo, jamás. Porque si no estaremos condenados a repetir
las historias, siendo nosotros mismos los que aparezcamos en alguna
nota de prensa con tratamientos indignos como hemos podido ver en
estas ultimas semanas con ROBERTO, un hombre que siempre fue hombre,
incluso en las sucias manos de quienes le torturaron y asesinaron
vilmente.
Carla Antonelli
"Roberto, su
vida y muerte: Crónica desde el homenaje y el dolor"
Los vecinos se apenaban: era una muerte anunciada, entre ellos
hablaban cada mañana: “esta noche le han debido dar a base de
bien”, “un día de estos se lo cargan”…y así ocurrió.
*Por Javier V. para el Diario Digital Transexual-.
Le asesinaron salvajemente, de la manera más cruel y cobarde
posible, debilitándole, día a día, con reiteradas palizas;
debilitándole, día a día, despojándole de su mundo, amigos y
pertenencias; debilitándole, día a día, anulando su voluntad
Roberto tenía 26 años, moreno, de ojos expresivos; silencioso
en las reuniones, abierto con las personas. Fuerte, masculino,
tímido, sencillo y tranquilo.
Adoptado de pequeño. Algunos años antes había perdido a su
madre y apenas unos meses antes a su padre, quedándose su tía
como único apoyo familiar y viviendo solo en su piso de tres
habitaciones del barrio de Fuencarral. Acudía cada día a su
trabajo como conserje de una finca y algunos fines de semana,
siempre acompañado por amigos, salía por Chueca.
Roberto, cuando su trabajo se lo permitía, asistía a un grupo
de transexualidad masculina participando junto con su novia.
Tras conseguir su informe favorable comenzó ilusionado con la
terapia de reemplazo hormonal.
Roberto el 1 de septiembre de 2007 apareció asesinado en su
domicilio, completamente desnudo, sobre un colchón en el
suelo, sin sabanas, sin almohada, lleno de orina y heces; su
cuerpo, que apareció con claros síntomas de desnutrición,
estaba repleto de cardenales en distintas fases, abierta su
cara con heridas sin curar, su rostro desfigurado, y en su
frente se adivinaban golpes, uno de ellos acabó con su vida.
La semana pasada la vista por Roberto se alargo 3 densos días.
Empezaron testificando las presuntas asesinas:
Dolores de los R., es una mujer de apariencia muy masculina,
alta, gruesa, lleva su cabeza rapada, el pantalón vaquero
metido por las botas militares. De modales bruscos, inculta,
de etnia gitana. Hasta llegar a la casa de Roberto vivía de la
venta de chatarra. Confesó que fue su amiga hacia algún tiempo
y haber compartido con él, incluso, su ropa, por eso,
recuperar un pantalón fue la excusa perfecta para volver a
contactar con quien sería –presuntamente- en solo unos meses,
su víctima. Esa antigua amistad y la precaria situación en la
que vivía, junto con Ainhoa, en una chabola fue lo que
probablemente motivó a Roberto a recogerlas en su casa.
Aseguró en su declaración que ambas se encargaban del cuidado
de la salud de Roberto, de alimentarle, y de curar sus heridas
cuando venía de recibir drogado palizas en la calle. Llegando
incluso a decir que le apreciaba mucho. Sin embargo, uno
de los últimos días que se les pudo ver juntos ésta amagaba un
gesto de darle un puñetazo en la cara mientras decía “si es
que dan ganas de darle en esa cara de gilipollas que tiene”.
Ella declaraba que en la casa y en la vida de las tres todo
eran risas y diversión. Que lo golpes que podrían oírse eran
debidos a las discusiones entre Ainhoa y ella.
Contó como en una ocasión se apostó con Roberto a ver quien
daba antes un beso a un chico y que ella ganó, pudiendo así
grabar a Roberto, completamente desnudo, mientras Ainhoa le
depilaba el cuerpo, asegurando que él había participado
divertido en dicha celebración. Demostró una ignorancia
absoluta en identidad de género y orientación sexual
intentando convencer a la sala de como Roberto al haberse
encaprichado de un chico decidió salir con ellas a la calle
vestido con un suéter rosa, una minifalda vaquera y unos
zapatos de tacón de cuña….
Igual que Ainoa, foto segunda superior izquierda, reconoció su
firma en todos los documentos incriminatorios.
En el primero de ellos firmaron que la pareja tenía derecho a
vivir en casa de Roberto, en la 2ª, él se comprometía a
pagarle a Dolores 1200 € del dinero obtenido en herencia por
la muerte de su padre. Y en el 3º y último Roberto hacia,
finalmente, la cesión “voluntaria” de su vivienda a ambas.
Contaron que la intención de dichos documentos era “proteger a
Roberto” porque se llevaba muy mal con su tía, y ésta quería
quitarle todo.
Según su testimonio, las heridas y moratones del rostro y
cuerpo de Roberto fueron debidos, entre otros, porque se
ensañaron con él un grupo de Skins en plena calle, de esta
supuesta agresión no hay un solo testigo ni tampoco denuncia.
En otra ocasión dijo haberse visto involucrado en una pelea a
las puertas de la discoteca “Mito” en Chueca, en la que contó
que incluso los porteros participaron echándole, sin embargo,
las posteriores declaraciones del responsable, la RRPP y
el portero del local dejaron en evidencia a la presunta
homicida. Recordándole perfectamente, principalmente la
Relaciones Publicas, que le describió como un tipo atento,
cariñoso, y que nunca dejaba de saludarla.
Continuó contando que recibió también golpes jugando con el
hermano adolescente de una vecina, y rematando la declaración
recalcó supuestas prácticas sexuales de Roberto de índole
sadomasoquista con una mujer llamada Ana, politoxicómana,
que la policía descubrió tras muchas pesquisas que era la
antigua vecina de chabola de la pareja. Y que en su
declaración en la comisaría, antes de morir, dijo no conocer
ni haber visto nunca a Roberto pero sí reconoció su
relación con Ainhoa y Dolores.
Todas estas afirmaciones para intentar justificar el estado en
el que se encontró el cadáver de Roberto.
Aseguraron que él había confesado guardar malos recuerdos en
la casa y quería desprenderse de todo, y que empezó a romper y
a tirar los muebles, incluso por las ventanas, y que nunca
habían visto, ni sabían nada de objetos de valor. Que las
joyas que vendió por 400€ pertenecían a su propia familia
Ainhoa N. es una chica menuda, de fuerte carácter, fría,
aparentemente la más inteligente.
Comenzó contando ante el tribunal que conoció a Roberto poco
antes de irse a vivir a su casa. Dijo dedicarse al cuidado de
niños, y obtener ayuda y dinero de sus amigos todos los
meses.
Reconoció que los documentos firmados por los tres eran de su
puño y letra al igual que el párrafo escrito en un folio del
mismo cuaderno en el que puede leerse: ”si te preguntan porque
tiene la cara así di que le han pegado por bocazas.”
Añadió a todo lo que contó Dolores, que además Roberto “se
golpeaba la cabeza solo” cuando se enfadaba.
A pesar de todo, en un principio no se consideró la muerte
como homicidio violento puesto que las amigas con quien
convivía testificaron su carácter agresivo, y su estado de
drogodependencia. Pero al buscar más testimonios entre los
vecinos y gente allegada descubrieron que este perfil de
Roberto no coincidía en absoluto con su verdadera
personalidad. Eso hizo sospechar al agente encargado del caso,
que finalmente dio orden de arrestar a las amigas, a las que
recordaba cómo fría; descaradamente, el mismo día que se
descubrió su muerte, preguntaban qué ocurriría con la casa.
Entre los testimonios más importantes está el de Sonia y
Paola, dos muy buenas amigas de Roberto. Ellas empezaron a
percatarse pronto de la situación de pérdida de libertad de
Roberto e intentaron hablar con él, acudiendo a su domicilio,
pero, en vez de bajar su amigo, fue la pareja quien lo hizo,
teniendo un altercado en el que Dolores llegó a sacar un
cúter, y a salir corriendo tras ellas con intención de
agredirlas. A pesar de todo, intentaron un acercamiento para
ayudar a su amigo, pero apenas aguantaron la situación tres
semanas. Durante ese tiempo fueron testigos de cómo minaban su
voluntad, y limitaban su libertad. Aseguraron que tenía
expuesto en un mueble una colección de relojes de su padre,
también guardaba sellos, abrigos de pieles y una pequeña
cantidad de joyas de herencia, todos estos objetos, a los que
tenía gran aprecio no se encontraron en el domicilio. Con el
tiempo su amigo dejó de estar al alcance, el teléfono fijo de
casa estaba sin línea, el móvil de Roberto solo estaba
operativo cuando lo tenían manos ajenas, las persianas de su
habitación tenia las cintas cortadas, y nunca más volvieron a
ser subidas.
Ellas aseguraron haber visto la grabación de teléfono móvil en
la que podía verse a Roberto depilado por la pareja, pero,
aseguraban, que no había diversión alguna si no que resultaba
vejatorio y que él estaba coaccionado, forzado y humillado,
intentando en todo momento tapar su desnudez. Como
certificaron su terapeuta sexual y su psicólogo, era muy poco
probable que, como hombre transexual que era, participara o se
mostrara voluntariamente desnudo ante nadie.
También habían estado presentes el día que Dolores, relató con
detalle cómo había introducido a Roberto en la bañera bajo el
agua, manteniendo su cabeza sumergida y solo le sacó al ver
que se ponía azul.
Su amigo en rara ocasión daba una calada a un porro cuando
ellas se lo ofrecían, y sabían, por él, que en una ocasión
remota había probado la cocaína, pero esa era la única
relación con la droga que había tenido, muy lejos de la imagen
de drogodependiente que se quería dar de él por parte de las
acusadas. En su sangre solo se encontró una pequeña dosis
terapéutica de Valium, posiblemente para silenciar sus
quejidos.
La gran mayoría de los vecinos le conocían desde pequeño, le
vieron crecer, le recordaban como una persona bondadosa,
agradable, describiéndole como alguien generoso, inocente,
desprendido, sumiso y alegre, al que nunca habían visto en
estado de embriaguez, con marca alguna de peleas, ni metido en
altercados de ningún tipo; ayudaba a subir las bolsas, jugaba
en el parque con los niños, paseaba a su perro, saludaba y
charlaba con todos mostrándose respetuoso y amable. Ese
Roberto se fue apagando, convirtiéndose en alguien silencioso,
triste, cabizbajo, aislado, continuamente vigilado y
acompañado. Siempre con la cara marcada.
En esa casa nunca hubo que quejarse por ruidos o escándalos.
Pero tras la aparición de la pareja se produjo un cambio
radical, y aunque los primeros meses parecía estar todo en
armonía, algo escandalosa, con portazos y duchas de madrugada,
al transcurrir el tiempo los gritos, carreras y grandes golpes
tomaron el protagonismo. Varios vecinos habían sufrido
amenazas o habían tenido altercados con la pareja y todos
testificaron con ellas ocultas tras un biombo por protección.
Dejó de ir a su trabajo. Dejaron de verle salir solo a la
calle, siempre acompañado por al menos una de las presuntas
homicidas, que incluso le escoltaban habitualmente hasta el
cajero automático para extraer el dinero de su tarjeta.
Cambiaron la cerradura de la puerta, anulando así las copias
de su vecina y de su tía. La llave nueva solo la tenía
Dolores, cerrando la puerta a cada salida, dejando en el
interior a Roberto.
Las palizas se convirtieron en algo habitual cada noche, y 48
horas antes de fallecer le escucharon claramente entre
susurros decir: “por favor, no me peguéis mas”.
Varias veces acudió la policía a petición del vecindario,
nadie vio las palizas, pero muchos las oyeron; cuando
llegaban los agentes nadie les abría la puerta; solo en
una ocasión ocurrió y pudieron verle completamente
desfigurado, con sus ojos cerrados por los golpes, tapando su
desnudez con un albornoz, delgado hasta el extremo. Al
preguntar qué le pasaba sólo fue capaz de bajar la cabeza,
siendo Ainhoa y Dolores quienes hablaron nuevamente por él y
contaron una de sus innumerables palizas en la calle…
La tía de Roberto, además de testificar, se presentó como
acusación particular.
Señaló que, desgraciadamente desconocía la situación de su
sobrino, y que, de haberlo sabido, nunca hubiera ocurrido ya
que ella misma las habría sacado del domicilio.
Recordó, con cariño, la última vez que le vió, fueron juntos a
comer, ella le invitó animándole a que viniera con su ex
pareja, a la que apreciaba y con la que sabía que seguía
uniéndole una buena amistad; él contándole sus cosas llegó a
confesarle que quería echar a sus compañeras de piso y tenía
que pensar cómo hacerlo, pero en posteriores conversaciones
cuando ella le preguntaba, preocupada, él dijo estar todo
bien.
Le recordaba contento por el comienzo de su tratamiento
de reemplazo hormonal y explicó que ella se encontraba en la
fase de aprender a tratarle en masculino pero que aun
le costaba acostumbrarse, aunque reconocía que siempre había
sido viril y que en toda su vida apenas en tres o cuatro
ocasiones le había visto con ropa femenina, contando el
bautizo, y otra donde él lo hizo a petición de ella. Quería a
su sobrino, sorprendiéndose ante las preguntas de desencuentro
entre ambos y le entristecía, como no podía ser de otra
manera, no haber podido hacer nada por evitar la irracional y
brutal muerte de su sobrino.
El piso de Roberto estuvo puesto a la venta, acudieron los
tres a una agencia de Tecnocasa, donde él no mostró ningún
interés por la transacción, ni siquiera recogió el dinero de
la señal que un comprador hizo, quedándose el dinero en las
manos de Ainhoa. Los muebles acabaron en la calle, donde un
camión con personas de etnia gitana les retiró.
Hubo un momento en el que Roberto dejo de comer, o quizá no
tenía nada que llevarse a la boca.
Perdió 40 Kg en apenas un mes.
Roberto, mientras le rompían por fuera, se iba rompiendo por
dentro. Por todas esas heridas la vida se le fue escapando a
chorros.
Además de los innumerables golpes dibujados en su cuerpo,
los forenses encontraron lesión pulmonar y cardiaca, y una
hemorragia cerebral ocasionada como minino por dos
traumatismos craneoencefálicos que le hicieron agonizar entre
uno y tres días. Quizá la noche que se le
escuchó suplicar fue la que recibió el golpe definitivo.
Aun en ese estado, si hubiera recibido la asistencia médica
que le negaron habría sobrevivido.
Tanto la fiscalía como la acusación particular en sus
conclusiones le trataron en masculino, con todo respeto, y
como homenaje según confesó la abogada.
Piden 25 años de condena por coacción, extorsión, homicidio y
asesinato; la defensa libre absolución por falta de pruebas.
Después de vivir la amarga experiencia del juicio, no llego a
entender desde cuando es el asesinado y no aquel quien tiene
en tela de juicio si sus manos están limpias o llenas de
sangre quien se ve obligado a demostrar si su naturaleza es
agresiva o si consumía droga. Nadie les preguntó a ellas.
No hay justificación para esta muerte. Ni consuelo para
quienes te conocimos y te recordamos. Ni excusa para el
olvido. Fuiste mi compañero, acudiste a charlas donde
poníamos fotos de Brandon Teena, símbolo FTM, ejemplo de
barbarie, ignorancia y Transfóbia, ahora tu nombre podría
ocupar su lugar.
Descansa Roberto.
*Javier V. / Activista y miembro desde 1994 en AET
“Transexualia” y Fundador en 2003 del foro y la asociación “El
Hombre Transexual”
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C.
A. 24-02-2010
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