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Para
finales de febrero está pautada la premier en cartelera
nacional del más reciente film del realizador Eduardo
Barberena, “Cheila, una casa pa´maíta”, que narra la historia
de una transexual.
VeoTv-.
A mediados de enero, mientras iba camino al Centro de Arte de
Maracaibo, Lía Bermúdez, para asistir a la proyección de la
película “Cheila, una casa pa´maíta”, me preguntaba qué le
diría a Eduardo Barberena, el director de la cinta, una vez
terminada la proyección. ¿Cómo enfrentar al realizador y decir
un comentario agradable, sin que los gestos de la cara
delataran lo que en realidad pasaba por mi mente en ese
instante? Es que, como es común entre nosotros, fui a ver la
película con toda la carga de prejuicios contra el cine
venezolano, acumulada luego de ver tantos filmes mediocres y
chabacanos. Uno puede sacar sólo unas cuantas muestras que
certifican que sí se puede hacer un cine nacional digno y de
buena calidad, entre los que podríamos contar Oriana de Fina
Torres, Jericó, de Lamata y alguna que otra película más que
salvan la honra de lo que es el cine vernáculo. De verdad, me
preocupaba cómo encarar a Eduardo, sin despepitarle en la
cara, “chico, qué cagada de película!”. Sabía que la amistad y
el respeto que siempre me han inspirado quienes se atreven a
crear, no me permitirían tener una salida de ese tipo, y menos
tratándose de Barberena con quien me había comprometido a ser
su anfitrión en su paso por Maracaibo; pero también me conozco
y sé que se me hace difícil contener la lengua cuando algo no
me gusta y me consultan al respecto.
Sabía que
“Una casa pa´maíta” había arrasado con los premios en el
último festival de cine de Mérida donde se alzó con lo seis
premios más importantes, incluyendo Mejor Película, Mejor
Dirección, Mejor Guión, Mejor Actriz Principal y de Reparto y
que trataba un tema espinoso y lleno de tabúes, no sólo en
Venezuela, sino en muchos países, como lo es la
transexualidad. Pero no tenía más información acerca del film
que la vista en prensa. Nunca me he dejado guiar ni por
premios ni por críticas cinematográficas sobre el cine
nacional pues, en la mayoría de los casos, los críticos
tienden a ser condescendientes con la producción nacional por
aquello de que debemos apoyar el cine venezolano para
estimularlo y hacer que la gente se acerque a la taquilla.
De manera
que, con mi maleta de prejuicios contra el cine nacional,
respirando profundo y esperando conseguir algo positivo en la
película para agarrarme de allí al momento de enfrentar a
Barberena, llegué al CAMLB.
¡Susto! Se
enciende la pantalla y lo primero que oigo es una grosería
gritada a voz en cuello y pienso “efectivamente, mis
prejuicios no estaban desencaminados”, respiro profundo
nuevamente y me dispongo a soportar la tortura del cine
venezolano.
Afortunadamente, para mi sorpresa y la de muchos de los
espectadores, la mala impresión no duró más que los segundos
que puede durar pronunciar la frase “¡Coño de la madre!”.
Pasado ese primer impacto, los prejuicios fueron cediendo y a
los diez minutos de comenzada la proyección, ya la historia me
había capturado y noté que con el resto de los presentes en la
sala sucedía lo mismo.
La
historia de Cheila, una transexual venezolana que vive en
Canadá y viene a Venezuela a visitar a su familia para buscar
el dinero generado por sus inversiones y que le permitiría
sufragar los gastos de la operación definitiva que la llevaría
a culminar su tránsito de un cuerpo de hombre al de la mujer
que siempre se sintió, logró capturar la atención de todos los
espectadores.
La
homosexualidad y la transexualidad son temas delicados de
tratar en el cine pues siempre se corre el riesgo de caer en
lo vulgar, en el chiste fácil y en la caricaturización de los
personajes. En “Una casa pa´maita” tanto el guionista (Elio
Palencia) como su director (Eduardo Barberena, recordado por
su film “La hora Texaco”) logran superar dignamente esos
riesgos y nos presentan un personaje preñado de humanidad,
excelentemente encarnado por la actriz colombiana Endry
Cardeño. La película está hecha desde una visión de respeto al
ser humano que se esconde detrás del personaje de Cheila, de
allí su éxito entre el público que en ningún momento pitó o
abucheó cuando aparecían en pantalla Cheila o alguno de sus
amigos “maricones”.
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La gente
reía con las ocurrencias o se le aguaban los ojos en los
momentos de drama pero en ningún momento hubo la más pequeña
muestra de desprecio hacia lo que veía en pantalla. Cheila, a
pesar de haber estudiado docencia y graduarse summa cum laude,
no consigue trabajo como educadora debido a su condición de
transexual, y termina poniendo un cartelito en su casa
anunciándose como peluquera. Es que, en un país donde las
leyes no amparan a los transexuales, estos sólo tienen dos
caminos, la prostitución o la peluquería.
“Una casa
pa´maita” está cargada de humor, de drama, hasta de crueldad,
esa crueldad con la que en muchos casos se tratan a los que
“botan plumas”, pero su característica principal y que
constituye a mi modo de ver su mayor logro es el respeto hacia
el ser humano que se encuentra detrás de esa botada de plumas,
sobre todo en un país en el que, como le dice Cheila en una
escena a su hermano:
-“A ti te
jode que tus hijos vean a mis amigos, ¿verdad? ¡Pero, no que
vean a este huevón pegándole a la mujer! ¡O a ti rascado sin
trabajar! ¡O que vivan en este chiquero, donde nadie es capaz
de arreglar una poceta!, ¿verdad?”
Ya lo
decía Cabrujas en su artículo “El 40 por ciento” de 1991,
refiriéndose a una denuncia que alguien hiciera diciendo que
ese era el porcentaje de homosexuales en el servicio
diplomático venezolano:
“Lo
fundamental en todo caso es preguntarnos dónde radica la
molestia y qué es lo que se trata de denunciar con semejante
aspaviento, puesto que un medio de invertidos, cualquiera que
fuese, no constituye en sí mismo motivo de la menor alarma.
Por mí como si el inspector de alcobas hubiese dicho que en el
cuerpo diplomático hay 23 por ciento de enanos. Nadie me dice
nada con eso, aparte de lo pintoresco del dato y el comentario
inmediato: ¡Caramba, qué cantidad de enanitos hay en el
consulado de Ankara!. La homosexualidad, Moisés aparte, no
descalifica a quien la asume, ni invalida a los agregados
comerciales o a los veterinarios o a los parceleros de soya en
Anzoátegui. La homosexualidad es una conducta íntima como
cualquier otra y hay que ser bien rural y bien 1922 en Elorza
como para andar de metiche echándosela en cara a la gente.”
Casi 20
años más tarde, el personaje de Cheila en “una casa pa´maita”
terminaría su escena diciendo a su familia lo mismo que
exponía Cabrujas pero con estas lapidarias palabras para
referirse a lo que los padres tolerarían de un hijo, que sea
“un ladrón, asesino, o lo que sea; pero marico, no”.
Los Derechos Humanos en el siglo XXI
Para la
proyección de “Cheila, una casa pa´maíta” en el CAMLB, Ramón
Bazó, coordinador del departamento de cine del Centro de Arte,
invitó a Tamara Adrián, activista de los derechos humanos de
la mujer y de la diversidad sexual para que ofreciera una
charla sobre homosexualidad y transexualidad.
Destacaba
en su conferencia Tamara Adrián, abogada y docente de la
Universidad Central de Venezuela y de la Universidad Católica
Andrés Bello, que la lucha por obtener la igualdad de derechos
de homosexuales y de personas con conflictos de identidad de
género, aquellas personas que aún viviendo con un cuerpo de
determinado sexo, sienten que pertenecen al sexo opuesto, se
constituirá en el siglo XXI en la bandera de la pelea de los
derechos humanos. Sobre este punto, la activista destacaba
como en varios países latinoamericanos, por no referirse a
países desarrollados, se ha avanzado mucho en la consecución
de la igualdad.
Países
cercanos como Colombia, Argentina, México, ya tienen marcos
legales en los que se reconocen los derechos de las personas
incluidas en el ámbito de la diversidad sexual. En estos
países ya se reconocen, por ejemplo, las uniones de hecho
entre personas del mismo sexo.
Sin
embargo, en Venezuela todavía estamos lejos de esa realidad,
se quejaba Adrián, quien es transexual y ha tenido que
batallar para que se le reconozcan sus derechos pues, aunque
ya ha cumplido con todos los cambios físicos para tener el
cuerpo de mujer que siempre sintió que le correspondía, aún,
legalmente, se llama Tomás con los problemas e incomodidades
que esta situación le reportan cada vez que tiene que enseñar
sus papeles de identidad ante una autoridad de migración de
algún país o presentarse ante sus alumnos quienes, de acuerdo
al pensum de estudios, esperan conseguir como profesor a Tomás
y no a Tamara.
-Desafortunadamente, decía en su exposición, la ley de
igualdad de géneros y diversidad que se introdujo en la
Asamblea Nacional para la aprobación, terminó siendo una ley
de igualdad entre el hombre y la mujer, eliminando en todo su
articulado lo que tenía que ver con la diversidad y los
derechos de las personas de la comunidad de Gays, Lesbianas,
Transexuales y Bisexuales.
Ficción y
realidad
Los
paralelismos entre la vida real de Tamara Adrián y la ficticia
de Cheila en la película de Barberena, por casuales, son
impresionantes. A pesar de que la película no está basada en
la vida de Tamara (tal vez Palencia ni siquiera sabía de la
existencia de la docente al momento de escribir el guión) y
que, para el momento de la proyección en Maracaibo la
activista no había visto el film, ambas mujeres coinciden en
la docencia, las dos nacieron en un cuerpo de hombre
sintiéndose mujeres y las dos tienen el mérito de luchar y
enfrentarse a sus familias para conseguir la felicidad, a
sabiendas de que esto puede significar dejar en el camino
afectos y construirse una nueva vida.
A finales
de febrero estará en la cartelera de cine nacional Cheila, Una
casa pa´maíta (Foto: Fernando Pulido)
Será
interesante ver cómo recibirá el público venezolano la
película “Cheila, una casa pa´maíta” en las carteleras de cine
comercial del país. Hasta ahora sólo ha sido exhibida en
festivales pero su estreno está pautado para el 26 de febrero,
si no hay cambios de última hora.
Creo que
es un film que no dejará indiferente a nadie, tanto por el
tema que trata como por la buena calidad alcanzada en su
fotografía, intencionalmente obscura, en la excelente
dirección de Barberena y la pertinente utilización del
recurso del flash back para narrar la historia y las atinadas
actuaciones de sus intérpretes.
Trailer de la película
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C.
A. 18-02-2010
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