Tras
leer el título de esta carta, probablemente muchos recordareis,
extrañados y confundidos,
aquella noticia que hace pocas semanas proclamaba, tras las últimas
elecciones autonómicas de Mayo, la rotunda e incontestable victoria
electoral de Esperanza Aguirre en el barrio de Chueca. La
noticia, cuidadosamente elaborada, era presentada con todo lujo de
detalles en el blog de un personaje que dice de sí mismo ser un
homosexual de derechas ideológicamente afín al Partido Popular.
DosManzanas-.
Como parecía previsible, la noticia era rápidamente amplificada por
las huestes derechistas a lo largo y ancho del ciberespacio, con la
eficacia y repercusión mediática que les caracteriza. Habituales
incondicionales de los medios de la caverna de repente se hacían
eco, y compartían con alborozo, las supuestas preferencias
electorales del colectivo gay.
La lectura que
hacían de la noticia era, además de previsible, rotunda, clara e
inapelable. ¡¡Los gays habían dado la espalda a ZP!! El poderoso
establishment rosa, ese oscuro y avaricioso lobby liderado por
Zerolo y compañía, aliado incuestionable de rojos y separatistas,
tenía sus horas contadas cuando hasta los mismos gays de Chueca le
daban la espalda de forma ostensible. Hartos de la indecente
manipulación zapateril, los gays más gays de todos los gays se
apuntaban con entusiasmo a la noble causa de la España verdadera, la
España de las personas normales y decentes, la España que sueña con
Esperanza.
En cualquier
caso, tras el primer impacto emocional, sobre todo en aquellos que
tenemos cierta sensibilidad política de izquierdas, llegaba la hora
del análisis de los datos. Y lo cierto es que ni los más fríos
podíamos albergar dudas de que efectivamente, en el barrio de
Chueca, Esperanza Aguirre se había impuesto con claridad a la
izquierda. “Incluso con más apoyo que en el resto de Madrid”
extendían como la pólvora, sin pudor alguno, los ciberactivistas del
aguirrismo…Y aunque no se pueda establecer, como tan equivocadamente
se suele, que la población del barrio de Chueca sea mayoritariamente
gay, ni siquiera que ese barrio albergue mayor proporción de
población gay o lésbica que cualquier otro, a la noticia no se le
podía negar valor simbólico. No en vano muchos gays y muchas
lesbianas visibles que vivimos en Madrid o que nos visitan sí
frecuentamos sus animados comercios, terrazas o locales de ocio.
Es verdad que,
siendo rigurosos, se podrían poner algunas pegas a los límites
geográficos que el susodicho blog establecía a la zona de ocio gay
por excelencia de Madrid. Límites algo generosos, que incluían, por
ejemplo, el Palacio de Buenavista, en la Plaza de Cibeles (sede del
Cuartel General del Ejército), o calles vecinas de rancio abolengo
burgués, como Conde de Xiquena, Prim, Fernando VI, Bárbara de
Braganza o el mismísimo paseo de Recoletos. Claro que, al fin y al
cabo, el barrio de Chueca carece de límites oficiales. Se trata de
una denominación popular, referida a un área enclavada en el corazón
de una división administrativa mayor, esa sí oficial, el denominado
“barrio de Justicia”. Decidir donde empieza o donde acaba Chueca es,
por tanto, una cuestión subjetiva. Y la victoria aguirrista, a la
luz de los datos que nos proporcionaban, era tan clara, tan rotunda,
que ni siquiera esas pequeñas objeciones variaban sustancialmente su
impacto. ¿Qué más daba tres manzanas más arriba o más abajo? Nada se
podía objetar tampoco a la aritmética de las cifras electorales,
pulcra y elegantemente presentada.
Así transcurría
el mes de Agosto cuando Nazareno, habitual de dos manzanas, me
recordaba hasta donde es capaz de llegar la derecha de este país a
la hora de manipular datos, y me ponía en la pista del monumental
engaño. Friki de los datos estadísticos, le bastó cotejar el
recuento de mesas detallado en el mencionado blog con la cartografía
del Ayuntamiento de Madrid para descubrir que las mesas mencionadas
como pertenecientes al barrio de Chueca se extendían a lo largo y
ancho del centro de Madrid, desbordando la más generosa de las
definiciones que uno pueda encontrar del barrio gay. De repente,
Chueca se extendía hasta la calle Génova, incluyendo lugares tan
poco sospechosos de “homosexualismo” como la Plaza de la Villa de
Paris, donde tienen su domicilio tan nobles instituciones como la
Audiencia Nacional o el Tribunal Supremo, o la Plaza de Santa
Bárbara, epicentro de una de las zonas de copas preferidas por la
adolescencia “bien” heterosexual (comúnmente conocida como Alonso
Martínez). Pero más sorprendente incluso resultaba ver que, por el
sur, Chueca se adentraba hasta los mismísimos barrios de Sol y
Ópera, incorporando lugares tan alejados como la Plaza de Santo
Domingo, la del Carmen o la calle Preciados…
En un primer
momento, no cabía en mí de gozo. ¡Estaba encantado de gozar de un
barrio de ocio gay tan extenso! Pero, tras unos minutos de
reflexión, y lamentándolo mucho, tenía que admitir que la idea no
dejaba de ser una agradable fantasía futurista… Ilusionaba, eso sí,
la inclusión en Chueca del Cuartel General del Ejército (aunque no
sé si todos los fornidos muchachotes que allí defienden la sagrada
unidad de la patria lo compartirían). Ahora bien, incorporar a la
causa gay al Monasterio de las Descalzas parecía excesivo. Es cierto
que no pocos gays hemos disfrutado de la parte visitable de tan
histórico edificio (recomiendo su visita a todos aquellos que no lo
conozcan: está situado en la Plaza de las Descalzas, a pocos metros
de la Puerta del Sol). Pero dudo mucho que las monjitas clarisas que
habitan entre sus muros vean con buenos ojos el que sus votos sean
utilizados para interpretar tan favorablemente las supuestas
inclinaciones electorales de la población gay… ¿o más bien lésbica,
en este caso?
No, esto
parecía ir más allá de una simple fantasía. Algo olía a podrido por
el ala derecha…como de costumbre. Seamos serios. Un análisis no
sesgado y desapasionado del hipotético voto del “barrio rosa”, sobre
todo cuando dicho barrio se ha abierto paso contra viento y marea en
un entorno urbano conservador, pasa por el establecimiento de unos
criterios rigurosos. Al fin y al cabo, si tan firme es la victoria
pepera en Chueca, si tan seguros estaban los “cocineros” de la
noticia del apoyo de gays y lesbianas madrileños a Esperanza
Aguirre, no creo que ser más exigente en el establecimiento de los
límites electorales de Chueca pudiera inquietarles. Más bien al
contrario: reforzaría su tesis.
Además, es un
análisis sencillo de realizar: existe un consenso generalizado en
que la “Chueca gay” es un área relativamente bien definida, que se
extiende desde la calle Fuencarral (al oeste) hasta la Gran Vía (al
sur), la calle Barquillo (al este) y una zona, algo difusa, cercana
ya a la calle Fernando VI (al norte), zona ésta donde se da un
abrupto (y a veces peligroso) solapamiento con Alonso Martínez, zona
de ocio adolescente heterosexual por antonomasia. Pues bien, esa
Chueca gay se distribuye en 7 mesas electorales, enclavadas dentro
del barrio administrativo de Justicia: las mesas 74, 75, 76, 77, 79
(A y B) y 81.
Ver mapas
aquí (versión en pdf):
Los resultados
que arrojaron estas mesas son los siguientes:
Derecha (PP):
1.674 votos (47’90 %)
Izquierda (PSOE+IU): 1.694 votos (48’47 %)
¡¡Sorpresa
mayúscula!! Resulta que la izquierda plural ganó a la derecha
aguirrista en la Chueca gay. Por una distancia muy corta, sin duda…
Pero ganó. Una victoria difícil, por la mínima, de una izquierda
madrileña dividida, con escaso carisma de sus candidatos y nulos
apoyos mediáticos, frente a la incansable Esperanza y su ejército de
voceros. Pero quizá por eso más destacable.
Ni siquiera
sumando al PP la decena de votos conseguidos por el resto de
partidos de la derecha, minoritarios pero opuestos igualmente a la
igualdad jurídica de nuestras familias con las familias
heterosexuales (La Falange, Falange Española de las JONS, Democracia
Nacional y Alternativa Española) la derecha inclinaría la balanza de
su lado.
Sin embargo, un
dato todavía más afinado, y en mi opinión mucho más interesante,
destacaba al observar mesa por mesa los resultados: el triunfo de la
izquierda por tan estrecho margen se hace mucho más acusado conforme
nos acercamos al epicentro gay del barrio, el cuadrilátero
delimitado por las calles Hortaleza, Infantas, Barbieri y Augusto
Figueroa. Esas entrañables manzanas, corazón arco iris de la
capital, que albergan lugares tan emblemáticos como la Plaza Vázquez
de Mella (el escenario urbano más grande y masivo de las fiestas del
Orgullo) o el bar HOT (corazón espiritual del movimiento osuno
español). La Chueca gay en estado puro, indiscutible, sin
maquillajes ni componendas. Zona que se corresponde exactamente con
la mesa 76, y que ¿sorprendentemente? arrojó los siguientes
resultados:
Derecha (PP):
239 votos (40’85 %)
Izquierda (PSOE+IU): 328 votos (56’07 %)
Es decir, allí
la izquierda aventajó al PP ¡en más de 15 puntos!
Este
comportamiento electoral es especialmente significativo, más que por
la diferencia en sí de porcentaje, por lo singular que resulta. Como
demuestran las propias cifras del blog derechista, basta hacer
crecer artificialmente el “barrio de Chueca” en círculos
concéntricos para que la progresiva acumulación de votos del PP haga
que la media se incline definitivamente hacia la derecha. Sin
embargo, las escasas manzanas de la Chueca gay permanecen como una
isla progresista en medio de un océano de votos derechistas.
No quisiera
abrumaros con más cifras, pero no me resisto a comentar, antes de
terminar, otro dato relevante: si se comparan estos resultados con
los obtenidos por las mismas formaciones políticas en las elecciones
autonómicas de 2003 (momento álgido del aznarismo más salvaje)
comprobamos que la lista encabezada por Esperanza Aguirre alcanzó
entonces 1772 votos (el 49’79 %), mientras que la suma de votos de
PSOE e IU ascendió únicamente a 1652 votos (el 46’42 %). Es decir,
la evolución entre las dos convocatorias electorales ha seguido en
Chueca exactamente el camino inverso al del resto de Madrid.
Mientras que a nivel global, en todos los demás lugares, nadie puede
negarle a Esperanza un notable avance en votos y porcentaje, en
Chueca retrocedió de forma significativa, hasta convertir una
ventaja de más de tres puntos en una diferencia a favor de los
partidos de izquierda de medio punto.
Podríamos
argumentar que la posible presencia de un voto gay ligeramente mayor
al de la media (circunstancia no demostrada hasta el momento) es el
factor que explicaría esa diferencia. Podríamos también hipotetizar,
quizá con mayor fundamento, que la mayor visibilidad de gays y
lesbianas es la que lleva a los habitantes del barrio de Chueca,
independientemente de su orientación afectiva, a inclinarse por
apoyar a los partidos que apoyan la lucha contra la discriminación
de nuestro colectivo frente a los que apoyan su mantenimiento,
recurriendo a la agitación callejera, al Tribunal Constitucional o a
las hojas parroquiales. Pero no lo vamos a hacer. Dejamos esa
interpretación para los sociólogos. Nosotros nos limitamos a
desmontar una simple manipulación. Esperanza Aguirre no derrotó a la
izquierda en Chueca. Punto.
Porque esa es
la auténtica razón que me ha movido a escribir esta carta. Si os soy
sincero, poco me importa lo que los habitantes de Chueca hayan o no
votado. Es más, en circunstancias normales, me parecería una
discusión pueril. Soy gay, llevo una vida plena como gay, pero ni
vivo en Chueca, ni espero hacerlo nunca. Tampoco ninguno de los gays
o lesbianas que conozco y viven en esta bendita ciudad lo hacen.
Están repartidos por Arganzuela, Lavapiés, Alcorcón, Alcobendas,
Ventas, Ciudad Lineal…
Pero eso es lo
de menos. El verdadero motivo de mi carta es, pura y simplemente,
hacer evidente una mentira. Otra más. Mejor dicho, una manipulación,
la forma de mentira más perfecta y refinada. Y es que mentira y
manipulación se han instalado hoy día entre nosotros como forma de
hacer política. Política barriobajera, de alcantarilla, de mensaje
corto y contundente sin importar lo más mínimo su veracidad; pero de
alcance ilimitado, especialmente a través de la red. Una forma de
hacer política que, en estos tiempos en los que ya nadie se
entretiene en separar la paja del grano, puede cosechar éxitos
inesperados. Mentira y manipulación para dividirnos, para
confundirnos, para engañarnos… o para desengañarnos. Mentira y
manipulación para vendernos lo que sea: gato por liebre, lobo por
cordero, ultraconservador por liberal, derechista por izquierdista
alternativo… tanto da. En definitiva, homófobo por homófilo.
Sólo de
nosotros, gays y lesbianas, de la firmeza de nuestras convicciones y
de la claridad de nuestras ideas, depende que seamos capaces de
desmontar una a una las mentiras y manipulaciones de nuestros
enemigos sobre el tema LGBT. No esperemos que nadie venga a sacarnos
las castañas del fuego: el miedo a quemarse es poderoso. Y la
derecha, que con sus múltiples disfraces agita las brasas a la
perfección, lo sabe.
C.
A.
06-09-2007
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