SentidoG-.
Joëlle-Circé Laramée, portavoz canadiense para la Organización
Internacional de los Intersexuales, conmemoró
los cumpleaños de Herculine Barbin, el 8 de noviembre, como el día
de solidaridad con los intersexuales.
Las organizaciones
de derechos humanos, las asociaciones feministas, los estudiantes,
especialistas de género y otros que se interesan por los derechos
humanos para los intersexuales son invitados a conmemorar el día de
solidaridad.
A continuación
reproducimos un articulo de divulgación que apareciera en la
publicación Intersex ISNA, y que refleja la realidad de muchas
personas, que dentro del Colectivo de Diversidad Sexual luchan por
ganar un espacio en la obtención de Derechos Civiles.
Desde la década
del 50 por lo menos, el nacimiento de un niño intersexual (uno que
no es claramente ni hombre ni mujer) ha sido tratado como un
problema médico: los doctores eligen el sexo, utilizan cirugía y
hormonas para "normalizar" el cuerpo del niño y entonces, de manera
casi universal, relegan todo el asunto a un silencio reforzado con
la vergüenza y el secreto. Utilizo la etnografía y la teoría de la
construcción social feminista para entender cómo y por qué esta
lucha sobre el sexo y el género vino a librarse en mi propio cuerpo
y mi psiquis, y el de otros intersexuales que se han unido a mí para
oponernos a esta única forma de opresión.
Enfrentándose a la razón
"Parece que tus
padres no estuvieron seguros durante un tiempo si eras una niña o un
niño", explicó la Dra. Christen, mientras me entregaba tres páginas
borrosas fotocopiadas. Yo tenía 21 años, y le había pedido que me
ayudara a obtener mis récords de una hospitalización que había
ocurrido cuando tenía un año y medio, demasiado joven para
acordarme. Estaba desesperada por obtener los récords completos,
para determinar quién había retirado quirúrgicamente mi clítoris, y
por qué. Quise saber a quién debía dirigir mi rabia. "Diagnóstico:
hermafrodita verdadero. Operación: clitorectomía." El récord del
hospital mostraba a Charlie, admitido a la edad de 18 meses. Su
nombre escrito a máquina había sido toscamente tachado y "Cheryl"
garabateado encima.
Pero recuerdo
claramente la escena de la Dra. Christen entregándome los récords,
despidiéndome de su oficina. No puedo recordar nada de mi reacción
emocional. ¿Cómo es posible que yo haya podido ser un hermafrodita?
El hermafrodita es una criatura mitológica. Yo soy una mujer, una
mujer lesbiana, si bien carezco de clítoris y labios vaginales
internos. ¿A qué se parecían mis genitales antes de la cirugía?
¿Había nacido con un pene?
Quince años de
parálisis emocional pasaron antes que fuera capaz de buscar las
respuestas a éstas y muchas otras preguntas. Entonces, hace cuatro
años, llegaron súbitamente una confusión emocional extrema y una
desesperación suicida, amenazando con aplastarme. "No es posible",
pensaba. "Esta no puede ser la historia de nadie, mucho menos la
mía. No quiero esto." Pero es la mía. Señalo ese momento como el
comienzo de mi salida a la luz pública en calidad de intersexual
política, una "intersexual confesa", a tomar prestado el epíteto que
hasta hace poco se adjudicaba a los homosexuales que rehusaban
permanecer invisibles.
La historia de mi
infancia es una mentira. Ahora sé que después de la clitorectomía,
mis padres siguieron las indicaciones de los médicos, desecharon
hasta la más mínima evidencia de que Charlie había existido alguna
vez. Reemplazaron todos las ropas de bebé azules por rosadas,
desecharon las fotos, las tarjetas de cumpleaños. Cuando veo a mis
abuelos, tías, tíos, soy consciente de que ellos deben saber que un
día Charlie dejó de existir en mi familia, y Cheryl estaba en su
lugar.
El establishment
médico utiliza los términos hermafrodita e intersexual para
referirse a nosotros. La palabra hermafrodita, con sus fuertes
asociaciones mitológicas, refuerza la noción de que el
hermafroditismo es una fantasía, no tu vecino, tu amigo, tu profesor
o - en especial - tu bebé. Y, como da a entender erróneamente que un
individuo posee dos conjuntos de genitales, permite a mi clítoris
ser catalogada como un pene, y la clitorectomía realizada en mí es
justificada como "cirugía reconstructiva". Por estas razones,
prefiero el término 'intersexual'. Kira Triea, una de las muchas
personas que, como yo, hablan abiertamente de su intersexualidad,
también tiene opiniones definidas acerca de este punto. "Me fastidia
tanto cuando estoy tratando de explicar a alguien quién soy, cuál ha
sido mi experiencia, y comienzan a citarme a Ovidio".
Para Triea - una
intersexual asignada como varón en el nacimiento, y criada como tal,
que comenzó a menstruar a través de su pene en la pubertad, y que
ahora vive con una mujer que se identifica como lesbiana - el
hermafroditismo es una presencial real en su vida de cada día; no
necesitaba parecerse a la poesía escrita en latín hace dos mil
años.
Al comienzo de mi
proceso de salida a la luz pública como intersexual, escogí examinar
de nuevo las tres páginas de récords médicos que había dejado
volteados durante quince años. La palabra "hermafrodita" era
horriblemente hiriente, me condujo al borde del suicidio. Pensé de
nuevo en mi proceso anterior de salida a la luz pública como
lesbiana. La manera de salir de ese dolor fue reclamar la
estigmatizada etiqueta para construirle una aceptación positiva.
Esta segunda salida a la luz fue más dolorosa y difícil. Cuando era
una adolescente que reconocía mi atracción por las mujeres, visité
la biblioteca, sigilosamente revisé "Lesbiana/Mujer" de Del Martin
and Phyllis Lyon's y "Lo Mejor de la Soledad" de Radclyffe Hall.
Aprendí que existían otras lesbianas, que de alguna manera habían
aprendido a vivir y a amar a las mujeres.
De alguna manera
las encontraría, era una comunidad donde mi lesbianismo sería
comprendido, sería bienvenido. No contaba con ninguna ayuda para
reclamar mi intersexualidad. Las únicas imágenes que encontré eran
las historias de casos absolutamente patologizadas en los textos
médicos y revistas, primeros planos de genitales siendo golpeados,
medidos, cortados y cosidos, fotos de cuerpos completos con los ojos
con una banda negra.
Durante muchos
meses, luché para reivindicar la etiqueta "hermafrodita". Supe que
había sido horriblemente mutilada por la clitorectomía, privada de
la experiencia de la sexualidad que la mayor parte de las personas,
varón o mujer, dan por sentado. ¿Qué hubiera sido de mi vida si se
me hubiera permitido mantener mis genitales intactos? "No", pensé.
"No quiero tener un pene entre mis piernas, para que mi cuerpo se
parezca al cuerpo de un hombre. Nunca podría relacionarme
sexualmente con una mujer si fuera un hombre." En lugar de realizar
una larga serie de cirugías para hacer que mis genitales parezcan
más masculinos, los médicos que retiraron mi clítoris decidieron
consolidar la asignación de sexo masculino antes que cambiarlo.***
Aunque puedo
ofrecer poca evidencia para apoyar la idea, estoy convencida de que,
si hubiera seguido siendo hombre, ahora sería un hombre gay.
"Ya no importa,
simplemente no pienses más en eso", fue la advertencia de las pocas
personas con quienes hablé, incluyendo dos mujeres terapeutas:
"Pareces una mujer." Existe una poderosa resistencia a pensar acerca
de la intersexualidad. Porque me miran y me atribuyen el sexo
femenino, la mayor parte de la gente imagina que mi experiencia y mi
historia no son femenina. La resistencia a pensar en lo que mi
experiencia sexual podría ser es aún más profunda. La mayor parte de
la gente, incluyendo a las dos terapeutas mencionadas más arriba,
está paralizada por la prohibición general de hablar acerca del sexo
explícitamente. Pero los radicales del sexo y los activistas son un
poco mejor. Asumen que estoy teniendo "orgasmos vaginales" o incluso
"orgasmos de todo el cuerpo". Si yo persisto en afirmar mi
disfunción sexual, algunos me tratan con condescendencia. "Confío
plenamente en que usted aprenderá cómo tener un orgasmo", me dijo un
hombre, y entonces continuó con su explicación de cómo la
circuncisión en el hombre era tan dañina como la clitorectomía, al
contrario de lo que me indicaba mi experiencia.
Lo más exasperante
es leer, prácticamente cada día en los medios populares de
comunicación, denuncias de mutilación genital de las mujeres
africanas como un abuso bárbaro de los derechos humanos, sin
mencionar que los clítoris de los niños intersexuales son retirados
todos los días en los Estados Unidos. Estos escritores observan
ocasionalmente que la clitorectomía ha sido practicada en los
Estados Unidos, pero siempre se apresuran a asegurar al lector que
esta práctica terminó en la década del 30. Las cartas que uno envía
a estos autores no obtienen respuesta. Las cartas que uno envía a
los editores señalando esta imprecisión no son publicadas. En 1996,
el Congreso pasó la H.R. 3610, prohibiendo "la extracción o
infibulación (o ambas) total o parcial del clítoris, los labios
menores o los labios mayores". Sin embargo, el siguiente párrafo
excluye específicamente de esta prohibición a estas operaciones si
son realizadas por un médico practicante con licencia que los
considere necesarios. En 1993, la profesora de Ciencia Médica de la
Universidad Brown, Anne Fausto-Sterling, se unió a los intersexuales
en su solicitud a la congresista Pat Schroeder, al redactar la
prohibición de desatender la cirugía genital realizada en niños
intersexuales. La oficina de la señora Schroeder no respondió. Los
informes de los periódicos en 1996 alabaron la aprobación del
programa como el fin de la clitorectomía en los Estados Unidos.
Me tomó meses
obtener el resto de mis récords médicos. Supe que había nacido no
con un pene sino con genitales intersexuales: una vagina típica y
labios externos, uretra femenina y un clítoris muy largo. Se
imagina, "grande" y "pequeño", tal y como son aplicados a los
genitales intersexuales, son juicios que sólo existían en la mente
de quien los ve. Desde mi nacimiento hasta la cirugía, mientras yo
era Charlie, mis padres y doctores consideraron que mi pene era
monstruosamente pequeño, y con la uretra en la posición
"equivocada". Mis padres estuvieron tan avergonzados y traumatizados
por la apariencia de mis genitales que no permitieron a nadie que
los viera: no hubo baby-sitters, no había la posibilidad de que mis
padres, cansados, fueran relevados en el cambio de pañales por una
solícita abuela o tía. Entonces, en el momento en que los médicos
especialistas intersexuales sentenciaron que mi "verdadero sexo" era
femenino, mi clítoris fue de pronto monstruosamente largo. Todo esto
ocurrió sin ningún cambio en el tamaño objetivo o la apariencia del
apéndice que se hallaba entre mis piernas.
El sexo intermedio
es un fenómeno humanamente posible, pero (en nuestra cultura)
socialmente impensable. En las culturas modernas industriales,
cuando un niño nace, los expertos presentes, tanto las parteras como
los médicos, asignan un sexo basados en la apariencia de los
genitales del infante. Se les exige - por una costumbre legal y
social - la asignación al niño de un sexo o bien masculino o bien
femenino. Si los padres les dijeran a los amigos y parientes
curiosos que el sexo de su hijo recién nacido es "hermafrodita", les
saludarían con una absoluta incredulidad. Si los padres persistieran
en considerar a su hijo "hermafrodita" antes que "hombre o mujer con
una deformidad congénita que requiere de reparación quirúrgica", su
mismísima cordura sería puesta en tela de juicio.
Por consiguiente,
los niños intersexuales son siempre asignados o bien al sexo
masculino o al sexo femenino. Al realizar estas problemáticas
asignaciones de sexo, los médicos especialistas son generalmente
consultados, la asignación puede no ser realizada durante algunos
días, y algunas veces es cambiada, tal como hicieron conmigo. De
hecho, hay casos documentados en los cuales la asignación de sexo ha
sido cambiada tres veces sin solicitar la opinión de o sin siquiera
informar al niño.
La mayor parte de
la gente dan por seguro, incluso asumen como un "hecho científico"
que haya dos y sólo dos sexos. Sin embargo, en realidad
aproximadamente uno de cada dos mil niños nace con una anatomía que
no se conforma a nuestras concepciones previas de "hombre" y
"mujer". Pocos fuera de la profesión médica tienen conciencia de
nuestra existencia. Ahora sé que cientos de miles de personas sólo
en los Estados Unidos comparten mi experiencia, y nos estamos
organizando nosotros mismos en la Sociedad de Intersexuales de
Norteamérica (ISNA). Mi capacidad de adherir al término
"hermafrodita",
en un principio
vacilante e incierto, se ha convertido en profundidad, convicción y
orgullo, cuando he conocido a otros intersexuales, compartiendo
nuestras historias, nuestras vidas y nuestra ira.
Luchando por
entender por qué la sociedad niega tan completamente el fenómeno de
la intersexualidad, leo mucho en campos tan diversos como filosofía,
historia, psicología y etnografía. Me ha encantado descubrir que en
años recientes algunos eruditos han comenzado a examinar los caminos
en que la sexualidad y el género son construidos socialmente (Butler,
1990; Foucault 1980b; Kessler y McKenna 1978; Laqueur 1990; Vance
1991). Estos y otros trabajos relacionados constituyen el
reconocimiento de que los paradigmas de investigadores previos los
incitó a revisar la información acerca de la conducta, prácticas y
categorías sexuales no reproductivas. Los datos que no concordaban
con su punto de vista dimorfo, heterosexista y culturalmente
determinado eran ignorados porque no se les podía pedir
explicaciones.
Sin embargo, en
muchas otras culturas, el fenómeno de la intersexualidad es mejor
conocido, y en los niños, y un niño intersexual puede ser reconocido
y asignado como tal en el nacimiento. Desafortunadamente, las
interpretaciones de los etnógrafos han sido limitadas por el
dualismo sexual absoluto que ha predominado en el pensamiento
occidental desde Darwin. Recientemente, sin embargo, los etnógrafos
nos han dado ejemplos de culturas en las cuales la asignación
intersexual confiere un estatus elevado, un estatus inferior e
incluso condena al niño a muerte por hipotermia, como un presagio
del demonio (Edgerton 1964; Furth 1993; Herdt 1994; Nanda 1994;
Roscoe 1991). En ciertas partes, el Talmud judío se refiere a los
hermafroditas y dispone regulaciones relativas al matrimonio, el
sacerdocio, la herencia y otros asuntos para intersexuales (Berlin y
Zevin 1974). Los sabios del Talmud consideraban de manera variable
que el hermafrodita era: de cierto sexo, pero de alguna manera
esencial realmente u hombre o mujer; en parte masculino y en parte
femenino; definitivamente masculino, pero sólo con respecto a
ciertas leyes. Y, en un espeluznante eco de la práctica médica
moderna, un escritor talmúdico incluso diferencia al hermafrodita,
cuyo sexo nunca puede ser resuelto, del Tumtum, cuyo sexo es
determinable mediante cirugía.
Sin embargo, los
norteamericanos son propensos a manifestar su escepticismo cuando
son confrontados a la evidencia de la intersexualidad. La cultura
occidental moderna es la primera en contar con la tecnología para
reforzar la dicotomía de género: desde la década del 50 más o menos,
los medios hormonales y quirúrgicos han sido utilizados para borrar
la evidencia de los cuerpos de infantes intersexuales. La literatura
médica habla unívocamente de la necesidad de esta práctica, aunque
admita que la intervención quirúrgica puede dañar la función sexual
(Conte y Grumbach 1989; Emans y Goldstein 1990; Hendricks 1993). El
silencio ha sido considerado como evidencia de la satisfacción del
paciente.
Por más de
cuarenta años, algunas formas de clitorectomía o clitoroplastía han
sido utilizadas para tratar a niñas pequeñas con síndrome
androgenital [una de las docenas de razones por las que un niño
puede haber nacido intersexual]. La única indicación para realizar
esta cirugía ha sido mejor la imagen corporal de estos niños de tal
manera que se sienta "más normales"... Ninguno se ha quejado de la
pérdida de sensibilidad, aunque se haya retirado el clítoris por
completo... El clítoris es claramente innecesario para el orgasmo.
[itálicas en el original] (Edgerton 1993).
¿Para qué son los
genitales? Mi posición es que mis genitales son para mi propio
placer. En una cultura sexualmente represiva con una gran inversión
en la ficción de la dicotomía sexual, los genitales infantiles
sirven para hacer una discriminación entre los niños y las niñas. Es
muy difícil inducir a los padres, incluso a los médicos, a
considerar al niño como un adulto futuro, como un ser sexual. Sin
embargo, los especialistas médicos en intersexualidad se
enorgullecen de sí mismos por ser capaces de hacer justamente eso.
Para los
especialistas en intersexualidad, los genitales masculinos son para
la penetración activa y el placer, mientras que los genitales
femeninos son para la penetración pasiva y la reproducción: los
hombres tienen sexo, las mujeres tienen niños. Preguntado por un
periodista por qué la práctica estándar asigna el 90 % de los niños
intersexuales como mujeres (y refuerza quirúrgicamente la asignación
mediante el recorte o el retiro del clítoris), un prominente
especialista quirúrgico razonó: "usted puede hacer un hueco, pero no
puede construir un palo" (Hendricks 1993). Obsérvese cómo John
Gearhart, connotado especialista en cirugía genital de niños
intersexuales, evade la pregunta acerca de la función orgásmica
siguiente a la presentación de su trabajo de investigación sobre
cirugías adicionales para reparación de vaginas construidas
quirúrgicamente en niños intersexuales. (El Dr. Frank, asistente a
la presentación, comparte interés profesional por dicha cirugía; el
debate fue publicado en el Journal of Urology junto con el trabajo
de investigación.)
Desde entonces,
Gearhart ha condenado a los adultos intersexuales que son francos
como "fanáticos" (Angier 1996), y restado importancia a los informes
sobre antiguos pacientes acerca de función sexual dañada después de
una cirugía del clítoris, pues "algunas mujeres que nunca han tenido
cirugía son anorgásmicas" (referencia retiro -3).
Con frecuencia,
los especialistas en intersexualidad subrayan la importancia de la
apariencia heterosexual parra los niños intersexual consignados a su
cuidado. Por ejemplo, Slijper et al. afirma que "los padre se
sentirán mejor cuando sepan que su hija puede desarrollarse
heterosexualmente, como los demás niños" (Slijper et al. 1994, 15).
El Dr. Y, un prominente cirujano en el campo de la intersexualidad,
aceptó ser interrogado por Ellen Lee sólo bajo la condición del
anonimato. El afirma que la medida definitiva del éxito de la
asignación sexual de los niños intersexuales es la "efectividad de
las relaciones sexuales" que tienen cuando son adultos (Lee 1994,
60). Los intersexuales asignados como mujeres que eligieron a otras
mujeres como compañeros sexuales, y aquellos asignados como hombres
que eligieron a otros hombres como compañeros sexuales, deben
entonces representar fallas de tratamiento ante los ojos de nuestros
padres y de los especialistas en intersexualidad. Ciertamente, la
reacción de mi madre al enterarse de que tenía relaciones con
mujeres fue revelar a mis hermanos, pero no a mí, mi hermafroditismo
e historia de cambio de sexo y lamentar haber permitido que los
médicos me asignaran el sexo femenino, en lugar del masculino.
Un día, mi madre y
mi padre me llevaron a una habitación para compartir un secreto
conmigo. Yo tenía diez años, y era hasta entonces completamente
ignorante de los temas sexuales. "Cuando eras un bebé, estuviste
enferma", explicaron. "Tu clítoris era demasiado grande, era
alargado." Por la manera en que dijeron la palabra alargado, fue
claro que se había dado algo especial, fuera de lo ordinario,
significativo. "Tuviste que ir al hospital, y te fue retirado."
"¿Qué es un 'clítoris'?", pregunté. "Un clítoris es la parte de una
niña que hubiera sido un pene si ella hubiera sido un niño. El tuyo
era alargado, así que te lo tuvieron que quitar. Ahora todo está
bien. Pero no le cuentes nada a nadie sobre esto."
¿Quién soy yo?
Miro mi cuerpo. Parezco una mujer. Pero siempre he abrigado una
secreta duda. Me recuerdo de mí misma como una adolescente
deprimida, retraída, tratando de robar un vistazo a los genitales de
la mujer. ¿Se parecerían a los míos? Nunca había visto a una mujer
desnuda cerca de mí. No tenía idea de que a mis genitales les
faltaran algunas partes. De hecho, uno no puede discernir las
diferencias entre mis genitales y aquellos de otras mujeres sin
separar los labios exteriores. Recuerdo haber aprendido en un libro
acerca del fenómeno de la masturbación. Traté como pude, pero no
pude localizar el foco de sensación placentera en mis genitales, no
pude hacer el truco sobre el cual había leído. No fui capaz de
asociar este fracaso con el secreto acerca de mi clítoris alargado
que había sido retirado. Simplemente no podía comprender que se me
había hecho un daño tan irreversible, y por adultos que eran
responsables de mi bienestar. Con frecuencia me despierto de una
pesadilla en la que mi vida estuvo en peligro, mi género
cuestionado, y mis genitales fueron de algún modo deformados
horriblemente, saliendo en masa de mí como órganos viscerales. No
fue sino hasta que me hice una joven adulta que fui capaz de
establecer una conexión entre la extracción de mi clítoris y mi
débil respuesta sexual, mi incapacidad para la experiencia del
orgasmo.
¿Quién soy? Ahora
afirmo mi femineidad y mi intersexualidad, y mi no "mujereidad".
Esta no es una paradoja; el hecho de que mi género haya sido
problematizado es la fuente de mi identidad intersexual. La mayor
parte de las personas nunca han luchado con su género, no saben cómo
responder a la pregunta: "¿Cómo sabes que eres una mujer (o un
hombre)?"
He sido incapaz de
experimentarme a mí misma como completamente mujer. Aunque mi cuerpo
pase por el de una mujer, las ropas femeninas no me quedan. Los
hombros son demasiados estrechos, las mangas demasiado cortas. La
mayoría de los guantes femeninos no entran en mis manos, ni los
zapatos femeninos en mis pies. Para la mayor parte de las mujeres,
éste no sería más que un inconveniente. Pero cuando la ropa no me
entra, me acuerdo de mi historia. Por supuesto, la ropa de hombres
tampoco me queda. Las líneas rectas no tienen espacio para mis
grandes pechos ni mis amplias caderas. Todavía experimento algo
sobre la manera en que trabajo y me muevo en el mundo como
relativamente masculina. Y cuando un hombre expresa una atracción
íntima por mí, con frecuencia sospecho que puede estar luchando con
una orientación homosexual conflictuada, que ha sido atraído por una
parte masculina mía, pero mi apariencia femenina brinda a la
atracción la seguridad heterosexual.
Como mujer, no soy
una mujer completa: tengo un pasado secreto, carezco de partes
importantes de mis genitales y de respuesta sexual. Cuando una
amante pone su mano en mis genitales por primera vez, la carencia es
inmediatamente obvia para ella. Al final, simplemente no me siento
mujer (inclusive menos que hombre). Pero la identidad hermafrodita
era demasiado monstruosa, demasiado Otra, demasiado extraña como
para adherir fácilmente a ella. Tenía un artículo de una revista
médica que afirmaba que sólo se habían registrado hasta hoy doce
"verdaderos hermafroditas" (etiqueta que me habían aplicado en mis
récords médicos).
¿Para beneficio de
quién opera este mecanismo de eliminación médica de rastros y
silenciamiento social? Ciertamente, no en beneficio de los niños
intersexuales. He sido brutalmente mutilada, abandonada a imaginar y
buscar la verdad en absoluto silencio y aislamiento. Cuando, a la
edad de 36 años, confronté a mi madre, le pregunté cómo había podido
guardar este silencio por todos estos años, cómo había podido dejar
de enseñarme mi historia como Charlie, sobre la etiqueta de
hermafroditismo, sobre los récords médicos. ¿Su respuesta? "Bueno,
podrías haberme preguntado." (Me pregunto qué otras improbables
preguntas debería tener la certeza de preguntar mientras ella esté
viva...)
En principio, me
sentí horriblemente vejada por este asunto de la identidad. Mi
primera experiencia de salida a la luz pública como lesbiana me
ayudó a ver la solución a mi aprieto. Los términos "homosexual" y
"lesbiana", como el término "intersexual", fueron invenciones del
discurso médico, usadas para patologizar las sexualidad
desaprobadas. Debo afirmar mi identidad con orgullo, insistir en que
la construcción médica de la intersexualidad como una enfermedad es
opresión, no ciencia. Debo encontrar a otros que comparten mi
experiencia, otros que hablarán claro conmigo. Una comunidad puede
proveer apoyo emocional y logístico para sus miembros, y hacer una
resistencia mucho más poderosa que individuos actuando solos.
No fue fácil
superar mis sentimientos de enorme vergüenza. Me recuerdo usando
furtivamente la impresora, la fotocopiadora y el fax en la oficina,
con el corazón palpitante de miedo de que alguien vea los documentos
con que estaba trabajando. Récords médicos, artículos de revistas
médicas, un diario de mi progreso emocional. Todavía creía que la
intersexualidad era tan rara que nunca encontraría a nadie cuya
experiencia fuera similar a la mía. En lugar de ello, busqué a y
hablé con transexuales. Alice Walker acababa de publicar "Poseyendo
el Secreto de la Alegría", una novela que focalizaba la atención
occidental en el rito cultural africano referido eufemísticamente
como la circuncisión femenina. Me emocionó leer a la anciana
partera, cuya larga vida había transcurrido realizando
clitorectomías, castigar a su antigua víctima por sugerir que la
clitorectomía podía ser justificada para los hermafroditas, pero no
para las mujeres. "Todo es normal, para ser lo que es, dice M'lissa.
Tú no lo hiciste, así que ¿quién eres tú para juzgar?". (Walker
1992) Localicé y hablé con mujeres africanas mutiladas de este modo,
ahora en una organización en los Estados Unidos contra las prácticas
de sus países de origen. Los ejemplos de estas valerosas personas me
ayudaron para lidiar con mi vergüenza.
Comencé a hablar,
en un principio de manera indiscriminada, con amigos y conocidos
acerca de lo que me había ocurrido. Al cabo de un año, había
descubierto a una media docena de intersexuales, la mayor parte de
ellos también mutilados genitalmente, dos viviendo con sus genitales
atípicos intactos. Una mujer clitorectomizada en la adolescencia:
aunque ella sabía por la masturbación que su clítoris era el foco de
su placer sexual, fue incapaz de manifestarlo o resistirse de algún
otro modo a la presión de los padres y doctores; una niña que había
sido clitorectomizada sólo dos años antes; una mujer que estaba
agradecida que su madre haya resistido años a la presión médica de
retirar el largo clítoris de su hija; un hombre que había sido
criado como niña, y que luego pasó a vivir como hombre (con los
genitales intersexuales intactos) después de haber desarrollado un
cuerpo masculino en la pubertad; un hombre cuyo pene estaba
severamente dañado por sucesivas cirugías destinadas a "corregir" la
posición de su meatus uretral, un hombre que había descubierto que
la cirugía infantil que nadie le había explicado en verdad había
retirado su útero y un ovario. Ninguna de estas personas había
hablado alguna vez con otro intersexual.
Los cirujanos
afirman que la razón por la cual fracasan en proporcionarnos consejo
es que no pueden localizar profesionales de la salud mental con
experiencia en lidiar con la intersexualidad (Lee 1994). Pero los
cirujanos perpetúan esta situación al seguir mutilándonos,
traumatizándonos, estigmatizándonos y silenciándonos a nosotros, sus
pacientes intersexuales. Crecemos con tanta vergüenza que cuando
somos adultos no somos capaces de discutir nuestra experiencia
abiertamente, y el fenómeno de la intersexualidad sigue siendo
invisible. Ciertamente, en un año tan reciente como 1996, una
participante en un concurso de ética médica ganó un premio en
metálico por su ensayo incitando a los médicos a mentir a sus
pacientes intersexuales con miras a impedir que conozcan sus
diagnósticos (Natarajan 1996). En la adultez, muchas personas que
fueron tratadas en la infancia por médicos especialistas en
intersexualidad, se sintieron tan traicionadas que eludieron todo
cuidado médico.
¿Qué veo cuando me
veo en el espejo? Un cuerpo femenino, aunque lleno de cicatrices y
al que le faltan algunas partes genitales importantes. Cuando
interactúo en la vida cotidiana con otras personas, sin embargo,
experimento una extraña especie de disociación corporal - mi
percepción de mí misma es una entidad incorpórea, sin sexo o género.
Considero sanamente que esta escisión es un importante elemento de
crecimiento personal que me permitirá reivindicar mi sexualidad y
ser más efectiva como defensora de los intersexuales. Mi cuerpo no
es femenino, es intersexual. La cirugía no consentida borra la
intersexualidad y produce hombres y mujeres completos; produce
intersexuales violados emocionalmente y sexualmente disfuncionales.
Si asigno la etiqueta de femenina a mi anatomía postquirúrgica, le
atribuye a los cirujanos el poder de crear una mujer por medio de la
mutilación de partes corporales; accedo a su agenda de "mujer es
carencia", colaboro con la prohibición de mi identidad intersexual.
Kessler cita a un endocrinólogo especializado en tratar infantes
intersexuales: "Ante la ausencia de masculinidad, tienes
femineidad... Este es realmente el diseño básico". (Kessler 1990).
¿Las cosas deben
ser así? ¿En todas las culturas? ¿En todos los tiempos? El
antropólogo Clifford Geertz comparó la conceptualización de los
intersexuales por los Navajo y los Pokot de Kenia ("un producto, si
bien un producto inusual, del transcurso normal de las cosas") con
la actitud norteamericana. "Los norteamericanos consideran que la
femineidad y la masculinidad agotan las categorías naturales en las
que, de manera concebible, las personas pueden entrar: lo que hay en
el medio es oscuridad, una ofensa contra la razón" (Geertz 1984). Ha
llegado el momento para los intersexuales de denunciar nuestro
tratamiento como un abuso, de abrazar y afirmar nuestras identidades
como intersexuales, de enfrentar intencionalmente esta especie de
razón que requiere que seamos mutilados y silenciados.
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Inclusive antes de
que los intersexuales empezaran a hablar abiertamente, ya existían
algunos indicios de conciencia de que algo sospechoso estaba por
encima de las fronteras de los sexos. En 1980, Ruth Hubbard y
Patricia Farnes hicieron notar que la práctica de la clitorectomía
no estaba limitada al Tercer Mundo, sino que también ocurría "aquí
mismo en los Estados Unidos, donde se acostumbra realizarlo como
parte de un procedimiento para 'reparar' mediante 'cirugía plástica'
las llamadas ambigüedades genitales" (Farnes & Hubbard 1980).
Reaccionando frente a la explicación que el especialista en
intersexualidad John Money hiciera a una niña de tres años de edad
de que la clitorectomía "la haría parecer a las otras niñas", Anne
Fausto-Sterling observó irónicamente: "Si la cirugía brinda como
resultado genitales que parecen a los que se muestran en el libro
[de Money], entonces [él] necesita una lección de anatomía"
(Fausto-Sterling 1985, 138). Cinco años más tarde, Suzanne Kessler,
cuyo trabajo ha influido en el origen del discurso vigente acerca
del género como construcción social, entrevistó a médicos
especializados en tratar con niños intersexuales. Ella llegó a la
conclusión, en las páginas de esta revista, de que la ambigüedad
genital es tratada con cirugía "no porque sea una amenaza para el
infante, sino porque es amenazadora para la cultura del infante"
(Kessler 1990). Finalmente, Fausto-Sterling sugirió que la cirugía
genital no debería ser impuesta a los niños intersexuales
(Fausto-Sterling 1993).
Gracias a una
carta al editor, en la cual yo respondía al artículo de
Fausto-Sterling, y anunciaba la formación de la Sociedad de
Intersexuales de Norteamérica (ISNA), recibí respuestas emotivas de
otros intersexuales (citación del autor retirada -1). Una de ellas,
Morgan Holmes, ha terminado un extenso análisis de las razones por
las que la tecnología médica ha sido utilizada para eliminar a la
intersexualidad en general, y de su propio cuerpo en particular
(Colmes 1994). Hasta que entró en contacto conmigo, Holmes no había
compartido su experiencia de intersexualidad con ningún ser
viviente. El único otro intersexual en su universo era Herculine
Barbin, la hermafrodita francesa del siglo XIX, cuyos diarios fueron
editados y publicados por Foucault (Foucault 1980a). La vida de
Barbin terminó en suicidio. En 1996, ISNA había crecido hasta
incluir a más de 150 intersexuales en todo Estados Unidos y Canadá,
y algunos en Europa, Australia y Nueva Zelanda.
En Gran Bretaña,
los intersexuales también han comenzado a hablar en contra del
secreto extremo, de la vergüenza y del tratamiento como anormales
que recibe su condición. El movimiento británico recibió un gran
espaldarazo cuando el respetado British Medical Journal recibió en
sus páginas correspondencia que llevó a la publicación de la
dirección de un grupo de apoyo.
"El mío fue un
secreto oscuro ocultado a todos fuera de la profesión médica
(familia incluida), pero no constituye una opción, porque por una
parte aumenta los sentimientos de anormalidad y por otra refuerza el
aislamiento". (Anónimo 1994b)
"No es que mi
ginecólogo no me dijera la verdad que me enfurecía (aunque de todos
modos fui a bibliotecas médicas para buscar un diagnóstico), sino
que ni a mí ni a mis padres se nos proporcionó apoyo psicológico
sino que fuimos abandonados a nuestros sentimientos, cada uno por su
lado, de vergüenza y tabú". (Anónimo 1994a)
Las dos escritoras
anteriores tienen el síndrome de insensibilidad andrógena (SIA).
Durante la gestación, sus cromosomas sexuales XY hicieron que
tuvieran testículos, y sus testículos producían testosterona. Pero,
como sus células eran incapaces de responder a la testosterona,
nacieron con genitales de apariencia femenina típica pero con una
vagina corta, sin cuello del útero ni útero. Criadas como niñas, con
cuerpos que desarrollaron muchas características femeninas adultas
en la pubertad, las mujeres con SIA con frecuencia reciben un trauma
al leer en los récords médicos o textos que son "hombres genéticos"
y "pseudohermafroditas masculinos".
La publicación de
estas cartas condujo a un aumento de la visibilidad y la
participación del Grupo de Apoyo SIA en Gran Bretaña, que en 1996
tenía filiales en los Estados Unidos, Canadá, Holanda, Alemania y
Australia.
En Alemania, los
intersexuales han formado el Grupo de Trabajo sobre la Violencia en
Pediatría y Ginecología para apoyo mutuo y oposición al abuso
médico. En Japón, los intersexuales han formado Hijra Nippon, con
una agenda similar. En los Estados Unidos, HELP y el Ambiguous
Genitalia Support Network fueron fundados por separado por madres
que se oponían a las intervenciones quirúrgicas drásticas y al
secreto que los médicos recomendaron para sus niños intersexuales.
Una de estas mujeres tiene un juicio pendiente contra los médicos
que retiraron los testículos de su hijo en contra de sus deseos
explícitos de que no lo hicieran.
Algunos
intersexuales cuyos cuerpos se parecen al mío tienen un XX, algunos
un cariotipo XY, otros tienen un cariotipo mosaico, que difiere de
célula a célula. No hay manera posible de discernir mi cariotipo sin
enviar una muestra de tejido a un laboratorio. Si el resultado es
"XX" ¿esta información debería reforzar mi identidad como mujer?
¿Como lesbiana? Si fuera "XY" ¿debería volver a conceptualizarme a
mí misma como un hombre heterosexual? Es gracioso que el
conocimiento del resultado de una prueba de laboratorio en el que el
núcleo de la célula es coloreado y fotografiado por un microscopio
deba determinar mi percepción del sexo o género de una persona.
El Comité Olímpico
Internacional aprendió esto de manera brutal. Desde que el COI
empezó a controlar el cariotipo femenino en 1968, una de cada 500
atletas mujeres que hicieron la prueba no la pasó debido a sus
cromosomas inusuales; en algunos casos la decisión fue tomada sólo
después del evento, y la mujer fue despojada de su título y
prohibida de competencia en el futuro. De acuerdo al conocimiento de
quien escribe, hasta ahora sólo una persona tratada de esta manera
deseado hablar abiertamente acerca de su experiencia. Cuando los
oficiales del evento se presentaron ante María Patiño con la noticia
de que era "genéticamente masculina", le recomendaron que fingiera
una lesión y se fuera discretamente (Pool 1994).
Cuando en un
principio empecé a buscar a otros intersexuales, esperé, deseé
encontrar gente cuya experiencia coincidiera con la mía. Lo que
descubrí es que en un sentido somos bastante diferentes - el rango
de personalidades, ideas políticas y anatomías en nuestro movimiento
intersexual naciente es amplio. Algunos de nosotros vivimos como
mujeres, algunos como hombres, algunos como intersexuales abiertos.
Muchos de nosotros son homosexuales. Si este término es entendido
estrictamente en términos de roles de género sociales de los
compañeros. Algunos de nosotros nunca han sido sexuales. Pero en
otro sentido nuestras experiencias son sorprendentemente coherentes:
aquellos de nosotros que han sido sometidos a intervención médica e
invisibilidad** comparten nuestra experiencia de ésta como un abuso.
Reivindico la
identidad lesbiana porque las mujeres que sienten deseo por mí
experimentan este deseo como lesbianas, porque me siento más mujer
cuando soy sexual, y porque siento deseo por mujeres y no por
hombres. Muchos intersexuales comparten mi sentido de la identidad
queer, incluso aquellas que no comparten esta identidad homosexual.
Una, asignada como mujer en el nacimiento y suficientemente suertuda
como para escapar a la cirugía genital gracias a un golpe de suerte,
dijo que había gozado el sexo tanto con hombres como con mujeres,
pero nunca con otros intersexuales, dijo: "Soy heterosexual en el
más mejor sentido de la palabra" (Angier 1996).
Curarse es un
proceso sin fin. El sentimiento de estar completamente solo puede
ser la parte más perjudicial de lo que hemos recibido. Mi trabajo
como activista, escuchando, aconsejando y estableciendo contacto con
otros intersexuales, y trabajando para salvar a los niños que nacen
cada día de tener que repetir nuestro sufrimiento, ha sido una parte
importante de mi propia curación, de sentirme menos abrumada por el
dolor y la rabia.
Si Ud. apoya los
derechos humanos para los intersexuales, puede escribir un correo
electrónico a:
intersexualite@wmconnect.com
C.
A.
11-11-2005
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