En mi piel de mujer, amando a una mujer

[jorgelinadoyhenar]

Si eres una mujer “cross” heterosexual como yo, no dejes de leer ésta página.
El amor entre mujeres es una realidad que produce en el género masculino sentimientos encontrados.
Por una parte los varones se sienten heridos en su orgullo y su machismo, al ver que una mujer prefiere intimar con otra igual, en lugar de estar con un varón. Por otro lado, dos lesbianas haciéndo el amor constituye un espectáculo que a no pocos hombres excita, lo que muchas veces los lleva a solicitar que se los deje estar presentes tan sólo para observar.
Dos mujeres amándose en la intimidad, es para mi lo más bello que podrían contemplar mis ojos, más bello aún que una puesta del sol a orillas del mar.
Sólo lo he visto en videos, pero nunca he estado allí y creo que no podría, pues no desearía que mi presencia pudiera alterar esa magia que flota en en el ambiente donde dos féminas se prodigan su amor. Pero a la vez quisiera poder observar y aprender, y no creo que ello me excitara sino más bien me llenara de ternura, para luego al estar en la piel de Jorgelina amar a una mujer como si yo fuera una mujer.
Cuándo varias amigas se reúnen se demuestran afecto, los besos, las caricias tiernas, el hecho de abrazarse y hacerse mimos es muy común entre las féminas. Me encanta observarlas cuándo actúan así, y todo ello me enternece, yo también siento deseos de ser así cuándo soy una mujer.
La escencia del amor entre mujeres puede definirse con éstas palabras: cariño, dulzura, suavidad, y ternura. Con ello en mi mente desde hace años experimenté -aún en la piel de Jorge- buscando la manera de poder transmitir a mi pareja esos sentimientos.
Creo que en parte lo conseguí, y fue ideando una pose amatoria cuya sola finalidad es: el goce de mi pareja mujer.
En una alcoba tenuemente iluminada, quizás por varias velas aromáticas, donde se perciba un ambiente de total relajación, yo me siento derecha en la cama apoyándome contra la cabecera ó bien contra unas almohadas, con las piernas bien abiertas.
Mi pareja se sienta en la misma posición, junto delante de mí, llevando puesto el sujetador y las bragas, y quizás unas sensuales medias con ligas de encaje. La rodeo con mis brazos y la invito a relajarse y abandonarse a mi, apoyándo su cabeza sobre mi antebrazo izquierdo y cerrándo sus ojos para concentrar sus sentidos en las caricias que pronto comenzaré a prodigarle.
Debo ser extremadamente dulce y tierna, comienzo dándole suaves besitos inocentes en la mejilla, en la frente, en los párpados, en el cuello, detrás de la oreja, en sus brazos, en la palma de su mano, rozando apenas sus labios como al pasar.
Mientras tanto con la punta de mis dedos acaricio de manera muy tenue, casi imperceptible, sus brazos, su pecho, su vientre, sus piernas; siempre serán caricias tiernas e inocentes que no tocarán por el momento ninguna de sus zonas sensibles.
Al mismo tiempo le hablo con voz muy suave, casi como un susurro, diciéndole lo bella que es, lo sensual y deseable que se ve, lo mucho que la amo, y la felicidad que siento al poder estar así con ella.
Es probable que ella hable, que me diga lo dulce que soy, lo hermosas que son mis caricias, y como las está disfrutando.
Entonces empiezo a masajear con suavidad sus pechos, através de la tela del sujetador, en movimientos circulares sin tocar sus pezones, sólo circundándolos, a la vez que uno de mis dedos juguetea por los elásticos como queriendo entrar debajo de la prenda, pero sin llegar a hacerlo.
Finalmente levanto el sujetador dejando sus pechos al descubierto, y continúo masajeándolos con mi mano izquierda, mientras la derecha acaricia su viente y sus piernas y juguetea con los bordes de sus bragas, como queriendo penetrar en ellas.
Quizás llegue a decirme que la estoy volviendo loca con mis caricias, ó tal vez no hable pero yo la vea moverse y suspirar, señal inequívoca de que está gozando.
Entonces mis labios acarician los suyos, al principio de manera tenue, luego en un tierno beso y finalmente entrando en su boca con mi lengua. Al mismo tiempo mi mano izquierda comienza a jugar con un pezón, y la derecha entra de manera furtiva dentro de sus bragas.
Luego comienzo a bajarle éstas, y ella levanta su cola y me ayuda hasta quitárselas. Entonces le pido que flexione sus piernas levantándolas, para que toda su intimidad quede a mi alcance, y mi mano derecha comienza a torturarla dulcemente acariciando su monte de venus, sus piernas y dando pasadas rápidas, casi como casuales por sobre su vagina.
Mis besos alternan su boca con su frente, sus mejillas, su cuello….mientras mi mano izquierda no deja de pellizcar y acariciar su pezón izquierdo. Entonces dos dedos de mi mano derecha penetran su vagina, haciendo que ella se estremezca, y salen para volver a entrar y salir en un movimiento constante que dura unos instantes.
Luego mojo mi dedo índice en su vagina y empiezo a subir y bajar por su clítoris, la observo atentamente para ver su reacción y ella me dice: “despacito, asi, asi”. Y asi sigo masajéandolo con suavidad y ternura, mientras no dejo de besarla y acariciar sus pechos.
Finalmente llega, ese orgasmo divino que ella goza plenamente y que a mi me llena de felicidad.
Luego comienza su período de relajación en que su excitación se irá diluyendo, desde luego no cometo el error de apartarme y dejarla, no en ése momento tan especial; la tengo en mis brazos y vuelvo a obsequiarle besos inocentes caricias tiernas, y otras palabras dulces: “que hermosa eres cuándo gozas” , “no sabes la felicidad que me haces sentir”.
Ya totalmente calmada, su rostro evidencia la satisfacción del momento vivido, me dice suavemente: “sos muy dulce, sos un amor”, y yo Jorgelina sonrio sabiendo que una vez más, me he portado como toda una mujer.