Erase una bella mujer.
Una bella mujer de bellos cabellos dorados.
De bellos ojos negros.
Esa mujer llebava siempre un horrendo lazo azul que no podía sacarse, esaba fijado en su cuerpo.
Solia pasear,
aunque tenia la mala suerte de que siempre que lo hacía se ponía a llover, una lluvía fría,
fuerte,
que calaba hasta los huesos...
Las gotas de lluvía se confundian con las lagrimas que sus ojos llovian por esa vida anelada que su azulado lazo le negaba.
Un día,
la bella mujer de lazo azul salió por la noche,
y se internó en ella,
se internó en la noche para no volver nunca más.
En esa oscura noche no llovería nunca más,
en esa oscura noche nadie miraria su lazo jamás.