Tormenta suave y amenazadora
que rasga metáforas
y tañe estrofas
gota a gota
sobre el corazón del sueño,
¡Ay, ay, Camarón!.
Charcos ahogados
llenos de voces
mudas y lamentos secos
que presos de desamparo
crecen desordenados
sobre los gritos mojados
que abonan los campos
de montes y llanos,
llenos de suspiros vanos
que rocían terrenos
valdíos y ralos.
Una señora
a lomos de un caballo
blanco, presa del llanto,
chasquea rayos y relámpagos
y, con su mano,
espacia los truenos.
Anda, trota y galopa
sin descanso
y bien, a golpe de cascos,
con sus pies descalzos
o incluso con sus manos
ara los charcos
buscando
un sueño desordenado
entre las voces
que claman desde los charcos.
"Señora, señora,
no pase de largo,
quedese un rato,
por favor, por favor,
alargue su brazo
y diganos algo".
Mientras dentro del teatro,
llueve porqué lloramos
y en este mundo raro
los niños nacen en partos
llenos de gritos mojados
sumergidos en charcos ahogados
llenos de voces mudas
y lamentos secos
que presos de desamparo
crecen desordenados
entre suspiros vanos
buscando esa razón
que solo en el corazón
del sueño florece.