Y si solo fuera con la ropa....
Os explicaré una anécdota graciosa que me sucedió hace algunos años, por aquel entonces vivía en la pequeña capital de un pequeño, frío y húmedo país perdido por Europa, el camino desde la ciudad hasta mi trabajo, en un pueblecito cercano, era francamente hermoso, atravesaba bosques, pradales, algún riachuelo... así que decidí comprar una bicicleta para llenarme de aire e imágenes antes de enterrarme ocho horas diarias entre las frías paredes de la oficina.
Cerca de casa (es lo bueno de los países de Liliput, todo queda cerquita) había una tienda de bicicletas, el escaparate tenía una luna inmaculada e inmensa detrás de la cual lucían sus encantos distintas clases de bicicletas, para adultos, para niños, estáticas, de paseo, de carreras... y entre todas estaba "mi" bicicleta; siempre que pasaba, me detenía, la miraba, y pensaba, es ésta!! ésta será mi sufrida compañera de viaje, así que, después de cierto tiempo estudiándola, comparándola con las demás, mirándola, admirándola... definitivamente, era la que más me gustaba, con diferencia, por lo tanto, entraría, y la compraría.
Y así lo hice: "Hola, buenas tardes, quisiera ESTA bicicleta" dije, señalándola inequívocamente con el dedo; el vendedor, después de preguntarme si la bicicleta era para mí, no se dirige hacia el aparador, sino que desaparece por la puerta trasera, "imagino que irá a buscar el mismo modelo en el almacén, pensé..." pero no, cuál no es mi sorpresa cuando me trae una bicicleta "parecida" a la del escaparate. Cuando le hago notar que no es "exactamente" el mismo modelo del escaparate, me aclara, para sorpresa mía: "ésta es la versión para caballero".
El caso es que yo me había enamorado perdidamente de la bicicleta que había en el escaparate, era ésa la que me gustaba, sin ninguna otra consideración, y en ningún momento me había planteado si se trataba de una bicicleta para señora o para caballero, ni tampoco me importaba, me gustaba, sin más (ya dicen que el amor es ciego). Así se lo hice notar al vendedor y ves por donde, me topé con alguien más tozudo que yo (con el tiempo comprendí que el tozudo no era el vendedor, sino el país), así que él, dale que te dale, que no, que no podía venderme una bicicleta de chica, que yo era un chico y me tenía que llevar la otra bicicleta, la discusión se prolongó durante casi veinte minutos, por increíble que parezca (lo cierto es que me dio una lección magistral respecto al porqué las bicicletas de hombre son así y las de mujer asá, pero ya no la recuerdo, tampoco me interesaba demasiado). Además, yo solo tenía un argumento, y me parecía infinitamente más valioso que todos sus razonamientos: me gustaba e-s-a bicicleta y solo e-s-a.
Al final, me costó lo mío, conseguí irme con ella ("Gertru" se llama, desde hace algo más de diez años ya, compartimos el camino, con algún que otro altibajo) y comprendí que el concepto de género abarca muchas más cosas de las que yo creía hasta entonces, no solo hay ropa para uno u otro sexo, también hay bicicletas de uno u otro sexo, y yo, ingenua, que siempre había pensado que las bicicletas eran solo eso, bicicletas...
Besitos, Toni
PS: No creo que el vendedor se hiciera muy rico vendiendo bicicletas, ni cualquier otra cosa...