Desde aquel mes de abril en que me puse mi primera inyección han transcurrido varios meses. En los siguientes quince días de mi primera hormona continuamente se me presentaban en mi mente las ventajas y los inconvenientes de seguir o no el proceso de hormonación. Desde aquellos días voy arrastrando un agridulce sabor: por un lado pienso en aquello que me hizo dar marcha atrás y me siento bien de no hacerlo porque perdería ciertas cosas de mi vida pero por otro lado pienso en el Aitor que se ha quedado de momento aislado del mundo mientras otros van siguiendo su camino y me siento terriblemente hundido.
Dicen que "mal de muchos, consuelo de tontos" pero hay días en que no tengo ganas de hacer nada, ni de levantarme de la cama, ni de salir a la calle, ni de escuchar música, ni de quedar con los amig@s, ... De cara a los demás, en esos días, soy alguien que se siente muy cansado y que por eso se va pronto a la cama ... pero en realidad ese alguien se va temprano a la cama porque quiere estar solo, desea estar recogido en un rincón y envuelve su almohada de tristes lágrimas que lamentan el cuerpo con el que un día nació Aitor; las lágrimas se deslizan por un rostro triste y cobarde. Aitor no quiere hacer daño a sus padres con el cambio pero Aitor también reconoce ser cobarde y no afrontar su propio destino.
Pienso entonces en el transgenerismo. Esa modalidad más "suave" de poder sobrellevar lo que llevamos encima; esa forma de poder tolerar mejor el tener un cuerpo de un sexo y una mente del otro sexo. Pero si alguna gente ya tiene problemas para entender a un transexual, ¿cómo conseguir que yo, tal como estoy ahora, me puedan ver como Aitor?
Besos y abrazos.
Aitor.